lunes, 1 de septiembre de 2025

Pasando revista: Marcel Marceau


Empezaste el día pensando que podías hacer algo mejor que lo que se había hecho el año pasado. Llegaste a la oficina y mandaste un email inspirador a los equipos, digno de una charla TED.

Le habías pedido a Hashem que el desafío del día fuese recordarte que no sos vos quien maneja la escena. Que todo es una mímica, como la de Marcel Marceau. La diferencia es que él sabía que lo suyo era un acto, mientras vos a veces creés que sos la que controla el mundo.

Te mantuviste serena incluso cuando sospechaste que una decisión de tus superiores podía complicarte el día. Olvidaste que esa decisión también fue tomada por el Único Superior. Aun así, te dejaste llevar como una hoja flotando en un río calmo, mientras mandabas correos, movías papeles de un lado a otro y te disculpabas con la gente por hacerlos quedar hasta tarde.

Hasta que, sin saber cómo, te encontraste en un remolino, como si la hoja tranquila en el río hubiese sido arrojada a una catarata. Trataste de controlar las paredes de agua que te centrifugaban, y fue entonces cuando perdiste la forma.

Terminaste el día como un muñeco de trapo tirado en la orilla, con la cabeza descosida.

jueves, 28 de agosto de 2025

Néctar para las avispas


Sé que la Gueulá se acerca. No podría ser de otro modo: cuanto más se espera, menos falta para que llegue.

En mi galut interno, que vendría a ser el camino de mi neshamá de vuelta al origen, tuve que atravesar un bosque oscuro rodeado de lobos, una estepa desierta y hasta un huracán en la selva que me disparó como una bala de cañón al medio de un jardín precioso, donde la Shejiná se sienta a escuchar el canto de los pájaros cuando despiertan.

En el jardín, a Hashem lo veo por todos lados: en el cactus que florece en la taza en la que por última vez tomó mi padre; en las aravot que clavé el año pasado junto al desagüe del aire acondicionado y que hoy podrían abastecer a todo un pueblo; y, sobre todo, en la viña, eel árbol del fondo, ese que creí muerto y que con el tiempo extendió sus ramas, ofreció unos cinco metros de sombra y unos cien racimos.

Acaba de terminar la cosecha: uvas dulces para mis nietas, jugo para bendecir en Shabat, racimos para regalar a la vecina y néctar para las avispas.

Quien quiere ver, busca y encuentra.

jueves, 14 de agosto de 2025

Un mundo sin chupetes


A los dos años tiré mi chupete por la ventana.

Mi mamá aprovechó la oportunidad y me dijo algo que no recuerdo, pero según la tradición familiar, fue algo así como: “No existen más chupetes en el mundo”.

Parece que yo era una clásica niña de dos años, apegada a su chupete y a sus ideas, por lo que debo haber llorado un largo rato. Me imagino a los gritos, tirada en el suelo, rebuznando como un burro, y mi mamá, cansada, decidió que nada sería mejor que hacérmelo comprobar por mí misma.

Me llevó a la farmacia de enfrente y me hizo preguntarle al farmacéutico si vendían chupetes. Desde atrás le hizo señas para que contestara que no, y el buen hombre, en vez de ganarse unos pesos, me mintió en la cara.

Yo no quedé conforme. Hice otro berrinche en la puerta de la farmacia cuando mi mamá quiso volver a casa, así que, en lugar de cruzar, dobló por Gavilán y me llevó a la carnicería. Me hizo preguntarle a Titín, el carnicero. Después pasamos por el almacén, para preguntarle a Cacho. Luego, en el quiosco de al lado de mi casa, le pregunté al hombre de quien no sabía el nombre (ese negocio cambiaba de dueño muy seguido), y al recibir la última respuesta negativa, mi mamá le pidió 100 gramos de anillitos de chocolate.

Y nos volvimos a casa.

martes, 5 de agosto de 2025

Pensar así es una herejía


Me imagino al Olam Haba como un lugar en donde todo sucede sin que tengamos que intervenir.

Porque una de las cosas que más molesta es tener que tomar decisiones. 

¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Dejo que mi hija vaya a la playa o no dejo que mi hija vaya a la playa? ¿Dejo que mi jefe no reconozca mi esfuerzo o no dejo que mi jefe no reconozca mi esfuerzo?  ¿Dejo que mi marido me irrite o no dejo que mi marido me irrite?

Y para colmo, después de tomar una decisión tambaleante, tenemos que lograr llevarla al acto. Y mantenerla. Ahi se donde se pone realmente dificil porque cuando uno empieza a hacer lo que decidió, viene el Ietzer Hará, quien te agarra dubitativo y con las defensas bajas, y te empieza a recitar la lista de excusas que inventa para hacernos sentir que la decisión que tomamos estaba equivocada. O peor, El Ietzer Hará, en ese mismo momento, muchas veces no aparece. Se esconde para dejar que la idea primera (la voluntad de Hashem siempre nos parece inverosimil) nos convenza por sí misma y decidamos que estamos equivocados. Y haciendo esto o haciendo lo otro, seguimos dudando.

Y al final, uno no sabe si está haciendo lo que quiere Hashem o está haciendo lo que quiere el Ietzer.

Ahora mismo ni sé lo que estoy diciendo, parecería que pienso que hay más de una fuerza que nos controla.  

Pensar así es una herejía.

No hay dos fuerzas.

Hay Una. 

Y solo Una.

Y todo lo que sucede está bien.

Entonces eso: que el Olam Haba debe ser un lugar en donde todo sucede sin que tengamos que intervenir.

miércoles, 30 de julio de 2025

Prohibido molestar


El comentario que más escuché, cuando hace muchos años me senté a procesar la muerte de mi mamá, fue el mismo en boca de todas sus amigas: que mi mamá se caracterizaba por no querer molestar. Nunca. Y lo lograba. Estaba ahí para ayudar sin que se notara mucho.

Durante la shivá, escuchar ese comentario me dolía y me gustaba al mismo tiempo. Me gustaba porque el amor que la gente le tenía lo he visto muy pocas veces. Y me dolía porque, al haber sido criada por una mujer así, en mí se potenció esa característica. Molestar, para mí, tiene una connotación negativa.
Por eso, es mi naturaleza tratar de evitar causar el más mínimo inconveniente a quienes se cruzan conmigo en la vida. Yo quisiera ser invisible.

¿Hace falta que les diga que a Hashem le importan muy poco mis planes? Él quiere sacar lo mejor de mí, y la única manera de lograrlo es enfrentarme con desafíos. Así que hizo que mi vida profesional exigiera hacer algo que no me gusta, en lo que no creo. Si alguien se pregunta qué es ser project manager, la respuesta fácilmente podría ser: la persona que molesta a todos, todo el tiempo.

Mi chiste de nicho es que soy la que no hace nada, pero sabe lo que tienen que estar haciendo todos.
Soy como una directora de orquesta que, con su varita, marca: ahora los editores (como si fueran violines), las correctoras, suenen los tambores, suenan las trompetas y así, la la la, pin-pun-pan, se repite la misma sinfonía, pero esta vez acompañada por un coro que canta que tenemos que terminar a tiempo.

Mi trabajo implica interrumpir, molestar, señalar errores, corregir. Todas cosas que no me encantan.
No me gusta meterme en una charla para pedir que en este mismo minuto, que se resuelva el tema de esa coma. que decidan si corresponde o no repetir esa palabra, que le indiquen a la gráfica cuál de todos es el rabino del artículo, en la foto del encuentro anual de shlujim.

Y todo esto lo digo para compartir con quienes me hayan acompañado leyendo hasta acá, que hoy espero superar una nueva prueba. Si las páginas de un proyecto que dirigí llega hoy a tiempo a la imprenta, y yo llego sin haber perdido la cordura, ni la amabilidad, ni la paciencia, me voy a sacar un diez felicitado.

Porque la que nació para no molestar… hoy se va a recibir de molestadora oficial. Y quizá estudié demasiado.

viernes, 25 de julio de 2025

Mas excelente y confiable serás vos


Acabo de enviar una pregunta al grupo de WhatsApp de mis amigas, ese donde más que nada coordinamos horarios para las reuniones en las que compartimos pensamientos mientras tomamos una copa de vino.

El mensaje decía: "¿A quién llamo para arreglar un secarropas?"

A los quince segundos me responde Fulana con un contacto y un comentario: "Es excelente y confiable."

Y entonces me acordé del clásico “a mí me rebota y a vos te explota” de la infancia, y jugué a ese mismo juego… pero al revés. Respondí: "¡Más excelente y confiable serás vos!"

Y de repente tuve una epifanía.

Me imaginé que a eso se refieren nuestros sabios cuando dicen que, así como tratamos a los demás, así Hashem nos trata a nosotros.

Es como que, si vas y le decís a alguien que es inteligente, va Hashem y dice: "¡Más inteligente serás vos!"

Es pura magia. Lo estoy viendo.


Si te enfocás solo en lo bueno que hacen los otros, Hashem se enfoca solo en lo bueno que hacés vos.

Y te lo dice.

Abracadabra — ha bara que dibra — El que Habló y Creó, se revela en un milagro chiquito diseñado sólo para vos.



La vida es puro egoísmo. 

Es: Salvá a tu alma ahora.

Nadie más puede hacerlo por vos.

viernes, 4 de julio de 2025

Un globo azul



Salí al balcón a recoger la ropa tendida. Todavía no había hecho tefilá, estaba preparando mi rincón, pero ya que estaba, empecé a hablar con Hashem de manera informal. Le pregunté por qué sentía que sacar los repasadores de la soga me parecía una pérdida de tiempo, si en realidad puedo acreditarlo en mi cuenta espiritual como jesed:lo hago por mi familia al mantener la casa en orden.


En ese momento, por entre los árboles de la cuadra, vi pasar un globo azul que se perdía hacia el cielo. Ese momento fue creado para mí, pensé, pocas cosas más lindas que ver un globo perderse en el aire. Se han hecho cuentos, películas, y se ha usado esa imagen de Barsky hasta el cansancio. Aun así, no pierde su magia.


Perdí de vista el globo cuando se metió en el estacionamiento de enfrente. Justo en ese instante, un auto se detuvo a preguntarle a un bajur hacia dónde se dirigía, para llevarlo. Cuando el bajur subió, pensé: pocas cosas más bellas que presenciar la belleza del pueblo al que pertenecemos.


Shabat shalom 

martes, 1 de julio de 2025

Dr. Jeckyll and Mr. Hide


A la noche surge lo peor de mí: el cansancio y la queja. Las cosas pierden su color. No distingo los grises de las sombras, y cuando la belleza desaparece, prefiero cerrar los ojos y dormir.

A la mañana tomo café en el jardín, rodeada de pájaros con picos amarillos y flores rojas y naranjas. Por entre los racimos de uva que cuelgan de la viña se cuela un rayo de sol que apunta a mi ojo izquierdo y hace que todo cambie de color. En realidad, las cosas cambian de color constantemente según el curso de la luz que las ilumina.

Podría pasarme el día entero mirando. Nunca me aburro. Por ejemplo, ahora observo una paloma que se posó en la cerca y me maravillo de cómo Hashem combinó los marrones y grises que se pierden en un cuello que se torna tornasol.

A veces tengo un glimpse, un flash de comprensión de lo que le pasó a Abraham Avinu, porque es claro que en la naturaleza se puede descubrir a Di-s.

Hablemos del mar, si quieren, de las Cataratas del Niágara, del sauce llorón, de la piedra caliza, del bosque de Yellowstone. Del desierto de Sara.

Y hablando de Sara, no puedo evitar pensar en que segurmente fue nuestra matriarca quien indirectamente guió a su marido por el camino que lo llevaría a una revelación que consideraría propia, como hacen las mujeres sabias que saben cómo sembrar buenas ideas en silencio. 

Y hablando de eso, pensemos en las creaciones humanas, que nunca llegan a ser tan bellas como las salidas de la fábrica de la Creación. Nunca un Tesla será más bello que el Aconcagua. Nunca el Taj Mahal se le acercará a los talones del diseño de la via láctea. El sonido de los pájaros nunca se podrá comparar con el ruido de un despertador. 

Sin embargo, el arte desempeña un papel en todo esto. No es lo mismo escuchar a la filarmónic de Viena  que el ruido del motor del aire acondicionado. Debe ser porque el arte atraviesa al hombre y se expresa a través de él, el ser humano, la más maravillosa de todas las creaciones.

Y quizá es solo cuestión de grados de separación. Cuanto más alejado del origen, más las cosas pierden su esencia. Cuanto más cerca del estado original, la belleza más se expresa.

Y pienso en Dorothy, allá en Kansas, y en las encrucijadas de la vida: Norte, Sur, Este u Oeste. Al final, da lo mismo el punto cardinal , Hashem está en todos lados, por eso, cuando no sé para dónde ir, dejo que lo bello y lo bueno decidan mi rumbo.

jueves, 12 de junio de 2025

Bendita competencia


Desde chiquita, mi sueño secreto es llegar a ser la mejor persona del mundo.

Así de competitiva soy. Competitiva conmigo misma. Así mido mis victorias y mis fracasos. Me importa cambiar un defecto. 

Por eso me encanta vivir entre gente que se trabaja a sí misma. Porque, convengamos que la fábrica, ya nos manda bastante fallados.

Voy a sonar egoísta, pero me trabajo a mí misma porque lo disfruto. Más que nada, el esfuerzo que implica corregirse espiritualmente me parece mucho más interesante que el esfuerzo de levantar pesas en una máquina.

Si uno vive rodeado de ladrones, mentirosos o asesinos, la vara está muy baja.

Pero si uno pertenece a Am Israel, gran parte de ese tema ya está solucionado. Más aún si uno vive en mi barrio, rodeada de niños que pueden estar solos en la calle porque todos actuamos como hermanos.  Uno cuida del otro.

Así que se imaginan: tratar de superarme y lograr ser más amable que mi vecina, la persona más amable que conozco… es un desafío grande.

Igual lo sigo intentando. Y me averguenza decir que tengo algunas medallas recién recibidas. Hashem me las va mandando con brajá y menujat ha nefesh.

Ayer, por ejemplo, subiendo la montaña para tomar el colectivo que me lleva al trabajo, me disculpé con una conocida por tener los auriculares puestos. Al contarle que escuchaba el Kav HaBitajón, me contó que ella también está trabajando en su emuná. Y dijo palabras que yo había dicho días antes. Me contó una historia inspiradora. Me dejó pensando.

Qué lindo estar rodeada de gente que te desafía.

Cuantos más seamos, mejor.

Estamos trayendo al Mashíaj.

viernes, 9 de mayo de 2025

It is not that I care about a job


I care about myself.

I care about my training
to be the best Valeria
in every situation, in every place.

And if I can give more, I will
Because my goal in life
is to give everything that I am
That’s why I was created.

Ya ven… a esta altura ni siquiera sé en qué idioma hablo.

Me convertí, de un día para el otro, en otra versión de mí misma. Como Audrey Hepburn, que en el transcurso de tres años pasó de ser una princesa rebelde a una florista con acento extranjero, y después a una joven que se va de su ciudad y regresa convertida en mujer.

Así de abruptos fueron mis cambios. Y los agradezco, porque un entorno desafiante me da la oportunidad de comprobar si soy tan tzadika como me gusta creer.

Conservo la lista de todo lo que no quería volver a hacer en este trabajo. Cosas que sé que me hicieron mal y como ya saben, volví a hacer casi todas esas cosas. Pero con más equilibrio y para equilibrarse nada mejor irse para el otro extremo y darnos un rango de zona gris donde los errores no son tan graves.

Por ejemplo: una de las cosas que me había propuesto era no hablar con terceros sobre la vida de otras personas. No hablar, punto. Ni bien ni mal. Pero.

Pero en una oficina llena de mujeres que comparten espacio y tiempo, es normal que alguna comente que se compró un robot para limpiar el piso. Y es casi inevitable —o al menos eso creo yo— que, en algún momento, yo termine contándole a otra que “tal” se compró una máquina nueva cuando la veo buscando precios. Igual sigo intentando no hacerlo.

Pero ayer, con un simple gesto de cabeza, hablé mal de una compañera. Fue un lashón hará silencioso, pero clarísimo: asentí cuando me preguntaron si no deberían echar a “tal” en lugar de “cual”. Hablé sin siquiera haber abierto la boca. Y aunque puedo justificarme a mí misma diciendo que es parte de mi responsabilidad asegurarme de que los equipos de trabajo funcionen y reparar cualquier desperfecto en el proceso, no es mi responsabilidad tomar esas decisiones.

Y desde ayer no me saco esa idea de la cabeza, aunque sé que lo peor que uno puede hacer, después de caer, es seguir golpeándose a sí mismo. Es como si un alpinista cayera desde una cima y, al sobrevivir, lo primero que hiciera fuera empezar a darse puñetazos en las piernas rotas.

Eso es lo que hace el Ietzer Hará: te mete en la cabeza que sos una mala persona. Y después te da el martillo.

Por eso, yo escribo
Cuando lo cuento me siento mejor.

O sea, lo mío es puro egoísmo.

Y les deseo Shabat Shalom.

Un viernes a la mañana
frenta a mi ventana

Desde donde veo toallas
colgadas en un balcón


lunes, 28 de abril de 2025

Transparente la gente

Hay más de nueve borradores de posts que no he publicado. No tuve tiempo de editar, así que por ahora me dedico sólo a bajar ideas.

En uno hablaba de hacer transparente a la gente, para poder descubrir atrás la Mano de Hashem moviendo los hilos. En otro hablaba del desafío de hacer un erev Shabat como un monje zen, sin que se me mueva un solo nervio, y sobre todo vencer la tentación de querer apurarme.

Hacer las cosas apurada es mi naturaleza. Desde chica vivía con un pie adelante. Ahora sé que Hashem quiere de mí todo lo contrario: que disfrute del presente sin pensar en el futuro. O en el pasado.

Ya les conté que volví a trabajar y, como era inevitable, un nuevo entorno me presenta nuevos desafíos. Uno de los que me he propuesto es recordarme que no trabajo para nadie más que para Hashem.

Y eso me presenta un dilema, porque lo que Hashem quiere a veces no es lo mismo que quiere la empresa. Y cuando digo empresa, digo: la empresa, los compañeros de trabajo, el producto que fabricamos y el edificio donde transcurre la trama. Es en ese escenario en el que en este momento tengo la posibilidad de corregirme a mí misma.

Erev Pesaj, alguien llamó al KAV de bitajón diciendo que estaba soltero hace años y había leído un artículo tan desalentador que no podía encontrarle nada positivo. Lo que el rab contestó no lo repito, lo importante es que por un instante pensé que el artículo había salido de la empresa en la que trabajo (bh, no), y me vino un súbito pánico. ¿Qué haría yo si me viese en la disyuntiva entre pagar el alquiler o pertenecer a un lugar al que no pertenezco?

El mismo pánico que me vino ayer, cuando me di cuenta de que el deadline que me habían impuesto se oponía a uno de mis esfuerzos: vivir en slow motion y entender que el tiempo que lleva hacer las cosas no depende de uno. A la hora que la imprenta iba a recibir los files ya estaba determinada. Eso es lo que no se puede cambiar. Lo que sí puedo cambiar es el pensamiento de apurar a la editora cuando no se siente bien (Hashem no quiere de mí eso). Lo que sí puedo cambiar es no interrumpir la clase que estaba dando el director creativo a las chicas de gráfica y mandarlas a terminar lo que estaban haciendo. Lo que quiero es disfrutar de hacer mi trabajo de la mejor manera posible.

Hay un capítulo de Seinfeld donde George Constanza, gracias a un malentendido, consigue trabajo en una empresa de la cual no sabe ni el objetivo ni sus responsabilidades. Lo único que sabe es que tiene una oficina, y que de vez en cuando tiene que agarrar una carpeta y caminar rápido, con cara de preocupado, para que todos crean que es un trabajador incansable.

Haber venido al mundo con el don de hacer ver fácil las cosas que no lo son tanto... es un desafío.

Ayer, pasadas dos horas del límite, yo estaba tomando mi quinto café, tranquila, y despidiendo a mi jefa sin preocuparme de lo que ella estaba pensando de mi desempeño. Yo sé que tuve un día excelente, para mi fue todo un éxito.


martes, 15 de abril de 2025

El aire de Las Meninas


Quería experimentar un día sin sentir culpa ni tener más obligaciones que pasarla bien y hacer lo que se me venga en gana.

A ver hasta qué hora aguanto sin culpa y sintiendo sólo la bendición de poder, por un día entero, hacer lo que quiera. A ver si es verdad que creo que Hashem quiere que disfrute cada minuto de mi día o si, en realidad, una parte dentro de mí cree que, si hago algo que, según mi mirada miope, está "mal", me espera alguna clase de castigo (paradójicamente el castigo sería que me arruiné el día pensando cosas negativas).

Me desperté a las cinco y me quedé en la cama. Agarré el teléfono y me puse a ver lo que el algoritmo traía. Me vi una seguidilla de videos del Museo del Prado donde explicaban el backstage de Las Meninas, casualmente mi cuadro preferido. Pasé más de una hora aprendiendo sobre la influencia que tuvieron Tiziano y Rubens sobre la obra de Velázquez. Dalí dijo que, si hubiese que salvar un único cuadro de la historia del mundo, él elegiría “el aire” de Las Meninas. Ese momento fue lindo.

A eso de las siete me levanté para prepararme un desayuno de matzá con manteca, que comí en la cama y, mientras hacía Bircat Hamazón, me obligué a no pensar que todavía estaba en pijama. 

Alrededor de las diez, un pajarito que vive adentro de mi cabeza me dijo que ya era suficiente, que ni tefilá había hecho. Subí la apuesta y acepté el desafío: a ver si refuto mi idea de que Hashem me quiere menos cuando no soy la hija perfecta, a ver si sigo pensando que Su amor es incondicional, aun cuando un día me ausento.

Ya eran las doce y, aunque todavía no había digerido la matzá, tuve la idea de crear una aplicación que me puede ayudar en mi trabajo. Pensé dos veces antes de entrar a la computadora de la oficina porque había tomado la decisión de respetar mis vacaciones. Me encontré en la disyuntiva entre no caer en viejos hábitos o no cumplir con la consigna del día. Decidí seguir haciendo lo que tenía ganas y me sumergí en un mar desconocido: el de los códigos Python, que abandoné después de una hora de intentos fallidos. No estaba obligada y no lo estaba disfrutando, así que entendí no era el momento propicio.

Algo que sí tuve ganas de hacer, fue escribir, así que empecé el primer boceto  mientras escuchaba el Kav Habitajón, donde hoy mucha gente llamó para contar que encontró jametz después del seder y querían saber qué "bien" podían descubrir detrás de aquello. El rab contestó que el verdadero jametz está dentro, que es ietzer hará, ese es el jametz del que debemos desprendernos. Que el ietzer hara quiere matarnos de tristeza, o de enojo, o de culpa. Ese que vino al mundo oponerse a todo lo verdadero. El rab repitió que lo único que quiere Hashem son los intentos; que el resultado es anecdótico, no está en nuestras manos.

Y así nomás, desde ahí, desde la espiritualidad, me tiré de cabeza al mundo material. Me puse a ver un reality show de mujeres trillonarias y medio famosas que interactúan en escenarios paradisíacos arruinados por marcas y falta de autoestima. Me divierto mucho, pero más que nada  aprendo todo -absolutamente todo- lo que no se debe hacer en las relaciones humanas.

Ya son las ocho y pico. Hace unas horas intenté dormir la siesta, ahora intento terminar de escribir esto, y por unas horas, con la ilusión de una científica a punto de hacer un descubrimiento, me daré el lujo de  seguir haciendo sólo lo que tenga ganasquiero.


lunes, 14 de abril de 2025

Valeria, versión editable


A Liza, que me recordó que a veces escribo.

A veces paso por acá para actualizarme, para dejar algún registro de que todavía existo.

Porque la Valeria que conocía desapareció. Puff, Pow, Bam! Se fue, se esfumó cuando mi exjefa me propuso un trato que, a la larga —supongo— puede sacarme de la dificultad financiera por la que estoy atravesando.

Como a un ratón en un laberinto, Hashem me ofreció una única salida: hacer lo que no tenía ganas de hacer.

De ahí en más, me dediqué a tener ganas de que me guste lo que me estaba pasando, porque si algo aprendí del Kav Habitajón, es que todo lo que sucede es manifestación del amor de Hashem, Avinu Shebashamayim, que me ama y que todo lo que me envía es bueno.

Pero bueno, bueno, bueno... una es humana.

A veces me pregunto si aquella Valeria habrá existido solo en mi imaginación (siempre es bueno desconfiar de uno mismo), pero yo creo que antes de volver a representar el papel de project manager, yo estaba más conectada con Hashem, lo único importante. Y realmente me sentía amada, protegida, sostenida, abrazada; en serio veía solo lo bueno en cada situación, tenía únicamente pensamientos positivos. Pero hoy me pregunto: ¿tan débil es mi bitajón, que alcanzó con un sacudoncito para volverme una persona mundana, preocupada por si la fecha en el pie de la página es la correcta, por si la editora cambió o no el título que el rav desaprobó, por si la diseñadora puede irse más temprano, por si hay lugar para dos avisos más, por si se actualizó el InCopy?

Yo me había enamorado de la Valeria que no se preocupaba por nada porque detrás de todo veía la mano de Hashem.

Y entre aquella del jardín y esta de los deadlines, me desconocí, me confundí, y hoy no sé bien quién soy. O quién quiero ser. O en quién me convertí.

Es como que hasta hace un tiempo me creía recibida de la vida, hasta me vi con el bonete ese, subiendo a recibir el título directamente de las manos de Hashem, que me firmaba el diploma con un “excelente, muy bien, diez, felicitado” en todas y cada una de las pruebas.

Me vi hasta los ciento veinte, feliz, hamacando a mis nietas en el jardín.

"Esto también va a pasar", dijo Shlomó Hamelej. Y si no querés que pase, pasa igual, aunque Hashem te tenga que sacar de los pelos y mandarte a primer grado otra vez, para afianzar la estructura que, por lo visto, bastante floja andaba.

Además, ni tiempo de procesar tuve, porque todo pasó tan tan tan rápido. Un día caminaba descalza sobre las piedras y al día siguiente viajaba en un colectivo repleto. Volví a sentir cosas que desde hace mucho no sentía: hambre y sueño, por ejemplo. Y nervios, bastantes nervios.

Si le hubiesen dicho a la chica esa, la del Pesaj Project, que unas décadas después se tomaría solo dos días para la limpieza de Pesaj, hubiese apostado toda su fortuna (que era mucha) en contra. En realidad, ni la señora esta que soy en el presente todavía puede creerlo.

El proceso lo viví intensamente. En la noche del seder me descompuse y me sentí peor que el año del pez globo. Imagínense lo mal que me debo haber sentido como para perderme la carne con kneidalaj. Después de la cuarta copa se me paralizó medio cuerpo; durante Halel mi cabeza daba vueltas como en una montaña rusa (solo había tomado jugo de uva). Me fui a acostar y temblé como poseída. Después me dormí. Y listo.

Me desperté como si nada y a la vez muy sorprendida.

¿Qué recibida ni recibida? Volví a involucrarme emocionalmente con acontecimientos vanos. Y eso que vivo repitiéndome como un loro que todo lo que sucede es perfecto, que todo está siempre bien. Que los resultados no están en mis manos. Que lo que importa es el intento. Lo digo, lo pienso, pero no lo siento.

Hashem tiene mucho ingenio. Cada uno puede comprobarlo por sí mismo. Las cosas cambian y se desarrollan sorpresivamente y nos obligan a jugar a interpretar las señales, a intentar descifrar el enigma, a descubrir por dónde va la cosa, por qué, para qué, o cuánto o cuándo.

viernes, 14 de marzo de 2025

A ver qué siento, a ver qué pienso, a ver qué hago


El juego se llama "A ver qué siento, a ver qué pienso, a ver qué hago" (ASAPAH).

Las reglas del juego ASAPAH son:

El juego se juega disfrazado.

Se recorren casilleros. Los primeros se saltan jugando, cayendo y viendo cómo todos alrededor reaccionan asustándose cuando el jugador tropieza y aplaudiendo cuando se levanta y da sus primeros pasos. En el casillero cinco comienza el desafío "A ver qué siento, a ver qué pienso, a ver qué hago" cuando se le pide esperar dos minutos para recibir un caramelo. Ahí se pone a prueba la paciencia y la persistencia hasta que los demás obstáculos cedan y le permitan disfrazarse con el saquito amarillo, el sombrerito verde y los zapatos rojos.

A la altura del casillero trece, el camino se desbarajusta y se bifurca en infinitas opciones. Los dados caen sobre el tablero y guían al participante, que aún no comprende del todo hacia dónde se dirige. En ese momento, se presenta el verdadero reto: a ver qué siente, qué piensa y qué hace cuando se cruza con una crítica, una duda, un exceso, una falta, un deseo, un rechazo o una envidia, mientras decide qué disfraz utilizar para enfrentar cada situación.

Al llegar al casillero veinte, sin importar cuál haya sido el recorrido, el jugador se encuentra frente a un espejo y comienza a percibir el disfraz con el que recorrerá el resto del camino. Hasta el casillero cuarenta, el desafío "A ver qué siento, a ver qué pienso, a ver qué hago" se intensifica cuando aparecen el poder, la belleza y el dinero en su recorrido. A partir del sesenta, el jugador carga con muchas capas de ropa, y cada paso lo invita a seguir explorando quién es bajo esos disfraces.

A partir de ahí, el juego se vuelve indescriptible. Cada casillero desprende infinitas reglas que dependen de lo que el jugador siente, piensa y hace, y del disfraz que cambia constantemente. En cada casillero, se pone a prueba la capacidad de reconocer y navegar las emociones y pensamientos que surgen ante cada desafío.

El clímax del juego llega en el último casillero, donde el jugador descubre que debe dejar su disfraz atrás antes de dar el último paso. El último tiro lo saca del tablero.

En este juego, ganan todos.

PD: En Purim hay que tomar hasta no diferenciar a Hamán de Mordejai. ¿Qué significa eso? Que debemos entender que Hashem está detrás de todo y que todos, absolutamente todos, llevamos disfraces.

miércoles, 12 de marzo de 2025

Pisando una piedra distinta en cada paso del camino


Nos molestan los cambios. Como si no estuviéramos fluyendo constantemente, cambiando células, explotando átomos, generando líquidos y recorridos de arriba a abajo por unos canales de sangre.

 Pisando una piedra distinta en cada paso del camino.

Lo que pasa es que esos cambios no nos molestan porque no los percibimos. Pero cuando algo grande sucede, nos asustamos, nos sacudimos, porque de pronto tenemos que descubrir quiénes somos en una situación distinta.

Por ejemplo: tu rutina marcha bien. Pareja, familia, trabajo. Tus hijos crecen sanos y, de repente, uno hace un cambio que te desestabiliza y hay un momento de confusión en el que no sabés bien qué hacer. Y esa confusión es un trick del ietzer hará para meterse en el medio. Y te usa como disfraz, porque después de todo, si te quiere engañar, nada mejor que hacerte pensar que quien actúa sos vos mismo. Entonces, dentro de esa confusión, te mete la idea de que vos sabés mejor que tu hijo lo que él tiene que hacer.

Y es ahí donde sufrimos como si estuviese pasando algo malo. Pero si cada hijo nos enfrentara con los mismos desafíos, no podríamos descubrir qué clase de padres somos en una situación difícil.

Digamos que tu hijo es el hijo de tus sueños, sea lo que sea que hayas soñado. Pero de golpe descubre que quiere hacer algunas cosas de distinta manera. Todavía no sabe bien qué quiere, así que al principio hace cualquier cosa, en general algo que a vos, como padre, te molesta.

Y acá viene la parte difícil de aceptar: lo que hagan los hijos no tiene que ver contigo. O sea, no importa lo que hagan en términos de tu control, porque eso tiene que ver con su propia neshamá y no con la tuya. Lo único que uno tiene que hacer es decidir quién es uno en esa situación nueva.

Hay que separar las cosas: la neshamá del otro y la nuestra. Y desde ahí se construye una relación sana. 

Porque si entendés que no entendés lo que el otro vino a hacer en este mundo, lo liberás para que pueda encontrar su lugar por sí mismo. "No juzgues a tu prójimo hasta que estés en su lugar" – y quizás nunca podremos estar realmente en el lugar del otro, porque cada uno tiene uno único. Quizá en la edición del Pirkei Avot de Mashiaj se diga simplemente "No juzgues a tu prójimo" y listo.

Y cuando se corta el cordón umbilical de creer que sabemos lo que es mejor para el otro, se establece automáticamente la verdadera conexión. Una donde las neshamot se hablan sin que el ego, el enojo o el "qué dirán los vecinos" interfieran.

Y me hago la Freud hablando, pero cuando las cosas se mezclan, mejor sacar lo que interfiere del medio. Y lo que interfiere siempre es un "yo" que se cree que algo de lo que sucede, sucede gracias a algo que ese yo haya hecho.

"Gente, crezcan un poco más todavía" debe decir Hashem. Y ahí te prueba y te hace perder el colectivo para anotar en su libro de la vida que no dejaste que te arruine el día el pensamiento de que no vas a llegar a tiempo y en cambio recordás que vas a llegar exactamente cuando Hashem quiera.

lunes, 10 de marzo de 2025

Es normal ser distinto


Repetimos como loritos que cada uno vino a cumplir su tafkid en esta vida, pero no lo creemos para nada.

En estos tiempos pre Mashiaj es cuando cada uno va encontrando su lugar, y las piezas que te rodean empiezan a sumar al dibujo final. Ya saben de qué hablo: de la imagen que Am Israel formará cuando nos ubiquemos cada uno en su lugar. Allí, al final es donde se entenderá y se verá the whole picture

Lo raro es que quizás pasaste años sintiéndote un pavo, y de repente, encaja tu pieza y resulta que sí tenías razón, descubrís que sos un pavo, pero un pavo real, algo que no podías saber hasta que la pieza de al lado te mostró sus colores brillantes, y aunque todavía hay muchas piezas que no encajan, más allá percibís unas plumas brillantes y te hace sospechar que formas parte de algo bello, que supera tu comprensión.

La AI me dijo que fue Rabí Tzadok HaCohen quien dijo; "Cada persona tiene su propio camino único, según la raíz de su alma". Eso quería decir hoy: que no se asusten por lo extraño de los lugares que a todos nos toca transitar en estos días. Es normal ser distinto.

Si te tocó ser la pieza del puzzle color cielo con dos esquinas, vas a encontrar tu lugar fácilmente. Pero para el resto, los colores vienen mezclados. Dejemos que cada uno encuentre su espacio sin apurar al otro.

Ocupémonos de encontrar nuestro lugar, no el del resto. Y quizás lo más lindo de todo: cada vez que una de nosotras encuentra y ocupa su lugar exacto en este gran rompecabezas, acercamos la Geulá completa.

Enseña el Baal Shem Tov, la redención vendrá cuando cada neshama cumpla exactamente aquello para lo que bajó al mundo. Cada pieza en su lugar, cada judío cumpliendo su propósito divino.

jueves, 6 de marzo de 2025

Manual de autoengaño para principiantes


Advertencia:

Si te da placer contarle a todo el mundo lo difícil que es ser vos… este manual no es para vos. Seguí sufriendo.
Para el resto: bienvenidos a la realidad alternativa donde todo es bueno, aunque no nos guste.
Paso 1: Hacete invisible
Somos los protagonistas de la película, los superhéroes con el don de volvernos invisibles. Somos un efecto especial. Es más, ni siquiera existimos de la forma en que creemos.
El superpoder también nos permite volver invisibles a los demás, dejando de tomarnos todo de forma personal. Basta de mirar a los otros como si fueran “los culpables” de lo que nos pasa. Eso es Avodá Zará. No existen entes independientes. Somos como hologramas proyectados por Hashem.
Ejercicio práctico:
Cuando sientas que alguien te “hace algo”, cerrá los ojos y repetí:
"No lo veo, no existe, es sólo Hashem esperando detrás de escena a ver cómo reacciono. No me lo está haciendo a mí. Me lo está haciendo para mí."
Después abrilos y tratá de no volver a caer en la trampa. (Spoiler: vas a caer, pero lo importante es insistir.)
Paso 2: Elegí el guion que más te conviene
Si todo es imaginación, ¿por qué no imaginar bien? Podés contarte cualquier historia sobre lo que está pasando.
Podés decir:
"El colectivo va a venir lleno y no voy a poder subir."
o
"Veremos lo que pasa, y lo que pase va a estar bien porque Hashem me quiere."
Una opción te amarga la vida. La otra te libera. ¿Cuál elegís?
Ejercicio práctico:
Cuando veas los platos sucios, en vez de pensar "son unos desconsiderados", pensá:
"Qué suerte que tengo platos sucios en casa, significa que comimos rico. Y qué bueno sería dejar de esperar que los demás sean como yo quiero."
Paso 3: Mentite hasta que se haga verdad
"Pero no lo siento así", decimos.
¡Obvio que no! ¿Quién siente amor y gratitud cuando pisa un juguete en el suelo a las 3 de la mañana? Nadie.
Pero esto no se trata de sentir, se trata de entrenar la mente.
Repetilo hasta que te lo creas. Fake it till you make it.
Hashem me ama. Hashem me sostiene. Todo lo que me manda es bueno.
Repetilo en loop hasta que empieces a ver milagros. (Y si no los ves, seguí repitiendo. A veces el milagro es que dejaste de sufrir.)

martes, 25 de febrero de 2025

Mrs. Good Timing

El otro día conté que, en general, llego temprano a las cosas y a las citas. Pero lo que no dije es que, además de adelantada, muchas veces llego cuando parece que nadie me está esperando. Como si mi función fuera interrumpir el flujo de las cosas para desafiarlo. Y para colmo, lo hago con la urgencia de que no nos queda mucho tiempo.

No nos queda mucho tiempo para trabajarnos a nosotros mismos, el tikún personal hay que hacerlo aquí y ahora. La Gueulá se acerca y, con ella, el libre albedrío tal como lo conocemos dejará de existir. ¿Qué mérito tendrá decir que creemos en la llegada del Mashíaj cuando ya estemos bailando frente al Beit HaMikdash? Ese mérito se lo llevarán quienes lo anuncian ahora, cuando todavía parece una locura, cuando todavía se los señala por hacerlo.

No vendo ideas que no haya probado en carne propia. Yo soy mi propio objeto de estudio, y mis resultados los obtengo empíricamente. El Kav HaBitajón de Rabbi Golombeck me cambió la vida. Me enseñó a confiar plenamente en Hashem, a ver Su mano en cada detalle y a experimentar la tranquilidad que viene con esa certeza.

Probé el superpoder de volver invisibles a quienes me rodean y ver a Hashem detrás de cada uno de ellos. Y me funcionó.

Probé alejarme de la negatividad, enfocarme sólo en pensamientos positivos que me obligan a buscar lo bueno en cada situación y vivo con alegría.

Probé reconocer el amor de Hashem en cada detalle de mi vida y sólo vi bendiciones.

El truco del Ietzer Hará es hacernos creer que Hashem es "malo", que todo lo que nos sucede es un castigo y que las cosas negativas son pruebas que nos definen. Su estrategia es la de poner una lupa sobre lo peor que podamos encontrar. Como ya están comprobando la neurociencia y la psicología cognitiva, la mente humana tiende a enfocarse en lo negativo, magnificándolo, y a subestimar lo bueno que nos rodea.

Pero a esta altura de la historia, la máscara del Ietzer Hará se está cayendo, no resiste el paso del tiempo.

Sigo convencida de que vale la pena decir las cosas, aunque a veces sea a destiempo o el timing no siempre sea bien recibido.

domingo, 16 de febrero de 2025

Se los dije



Yo ya vivo la Geulá, y por eso pensé que sería una buena idea andar anunciándolo por ahí. Total, ¿por qué no? Si tengo la primicia, ¿qué tal si salgo a repartir volantes? Así, cuando todo este lío en el que vivimos sea historia antigua, me voy a dar el lujo de decirles: 'Se los dije'.


No es que sea una vidente ni nada de eso. Es sólo que mi reloj adelanta. Soy de esas que llegan diez minutos antes a las citas, llevan las llaves en la mano a dos cuadras de la puerta y, en una jatuná, se sientan en una mesa vacía a esperar al resto.


Ahora, ¿será que estoy adelantada o que el mundo va lento? Yo creo que un poco de todo. Por eso creo que parte de mi tarea personal es aprender a frenar. Igual no hay a dónde correr, eso lo veo claro. Rápido o despacio, todos llegamos al mismo lugar. Pero es que a veces la emoción me gana, y cuando veo con precisión preciosa cómo Hakadosh Baruj Hu se va revelando en mi vida y en la de quienes me rodean, me dan ganas de apretar el acelerador y llevar a quien se me cruce, por los pelos.


Por ejemplo, está escrito (no sé dónde) que en la era del Mashiaj (que ya llegó, pero shhh), nuestras neshamot van a señalar el desperfecto espiritual detrás de nuestras dolencias físicas. Como cuando comés Hering picante y te arde el estómago—no es sólo acidez, es un mensaje del alma. No está escrito exactamente así, pero se entiende la idea. Y no es que las enfermedades desaparecen (aunque me pregunto si los médicos van a tener que abrir cafeterías), pero sí vamos a tener el zejut de saber qué es lo que tenemos que cambiar.


Frenar, para mí, no es fácil. Los humanos somos como autos: puro chasis y carcasa. Si venís manejando a 300 km/h, cuando pares, te desbocás. Pero, ¿cómo se aprende a frenar? Justo ahí me acordé de un capítulo de La Familia Ingalls en el que un indio domaba un caballo en un río.  Al verlo me di cuenta de que esa es la forma de domar a mi animal interno, ese que no sabe para dónde quiere ir y que, encima, se enoja cuando le digo que tiene que frenar.


Así que acá estoy, poniendo el reloj en hora. Respiro, tomo té, escucho Coltrane y me obligo a ir más lento, como en el agua del río. Porque esta vez no quiero llegar sola. Y si igual me adelanto, al menos voy a hacer el esfuerzo de no decirles: 'Se los dije' cuando estemos todos juntos festejando la Geulá.

lunes, 27 de enero de 2025

Un Uber sin conuctor


Vivimos como si lo que sucede en nuestra vida no debería suceder. Vemos la realidad como algo imperfecto, sin darnos cuenta de que los imperfectos somos nosotros. Y gracias a Hashem que nos hizo imperfectos, porque sin eso, esta vida sería un viaje terriblemente aburrido.

Me esfuerzo por creer en la idea de que todo pasado fue perfecto. Me lo repito mil veces. No hablo solo de lo que ocurrió hace años, sino incluso del instante en que terminé de escribir esta línea. Lo único que existe soy yo en el presente, por eso trato de seguir adelante sin mirar hacia atrás, sin quedarme atrapada en pensamientos negativos y en la conexión que pierdo cuando me ocupo de pensar en lo que otros piensan de mí.

Hoy, ya ese ietzer me atrapó dos veces (y son las diez de la mañana). La primera fue mientras mi hija se preparaba para el colegio. A mí me pareció un buen momento para contarle una historia de mi infancia, pero ella apuraba libros en su mochila y no me miraba. Por un momento, me ofrecí mi clásico discurso: "Nadie nunca se interesa en nada de lo que digo". Por suerte, al segundo siguiente pasó un ángel y me lanzó la idea de que quizá mi hija tenía apuro por no perder el colectivo.

Eso me recordó las palabras de Rabbi Golombeck: "Deja de querer controlar lo que sucede en tu vida. Cuando intentamos controlar los acontecimientos, lo único que logramos es perdernos la oportunidad de disfrutar lo que Hashem ya tiene planeado para nosotros". Y Hashem, al final, solo nos pide que disfrutemos el viaje.

Si miro desde lejos, veo cómo una vida vivida con bitajón y pensamientos positivos mejora mucho la experiencia. Al mismo tiempo, me alegro de que este concepto empiece a aparecer en algunos estudios científicos que reconocen la importancia de los pensamientos positivos para nuestra salud.

Cuando miro un poco más de cerca, me pregunto: ¿Para ustedes es normal que en Argentina se conozca popularmente la palabra "Hashem"? Para mí, no lo es. Lo que sí es para mí es un eco de la redención, un recordatorio de que Hashem está siendo reconocido en lugares que antes parecían imposibles.

Se viene la gueulá, lo repito convencida y a riesgo de quedar como una loca (pero ¿qué me importa lo que los otros piensen, verdad?). Tengo muchos años y puedo atestiguar que hay muchas cosas raras pasando en el mundo. Más allá de todo el sufrimiento, más allá de los fenómenos climáticos, más allá de los milagros de las chicas que están volviendo... del otro lado, todavía más allá, veo a Hashem y me convenzo de que es Él quien dirige el mundo y me obligo a relajarme y a entregar el volante con el que alguna vez creí manejar.

Y cuando me cuesta esa idea, me imagino viajando en un Uber sin conductor, contenta en el asiento trasero, dejando que un mecanismo invisible me lleve a mi destino.