Hashem te metió en el mundo de prepo.
Y te sigue metiendo de prepo en lugares incómodos.
Llegás a Rosh Hashaná, sobre todo, cansada.
No sabías que se podía exigir tanto de una mente,
y de un cuerpo.
Ayer volviste a tu casa.
A la cama.
Te da bronca sentir que no hiciste tu trabajo de Elul.
Pero yo creo que lo hiciste de otra manera:
te enfrentaste a vos misma.
Hoy amaneciste llorando,
enojada con Hashem porque no te da tiempo de ponerte en contacto
en pose zen
Como si dependiera de estar sentada en el jardín,
o de un shemoná esré, o de un picaflor que te recuerda a tu madre,
a quien visitás desde lejos cada vez que te tomás un recreo
en el rincón que encontraste desde donde se ve el cementerio.
Hay lugares donde te sentís más cerca,
y otros donde te sentís más lejos.
Y te enoja que Hashem te haya puesto a bailar
ese ritmo loco
que suena tremendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me gusta charlar con ustedes por acá. Gracias por comentar.