De niña pensaba que los problemas se resolvían dividiendo treinta manzanas entre seis niños, entregándole la tarea a tiempo a la maestra y pidiéndole a mi papá zapatos nuevos. No había mucho más que estudiar la tabla del seis y comportarse como una niña buena para que la vida fuese como uno quisiese que fuera. Causa y efecto: el que toma toda la sopa, crece sano y fuerte.
Con los años la (ilusa) ilusión de que las cosas siempre tienen solución se fue evaporando. Crecer en la época de la dictadura debe haber contribuido para que mi visión pasase sin escalas del blanco al negro. De golpe me encontré confundida por un mundo en donde alguna gente se divorciaba, otros ganaban la lotería, algunos se enfermaban y otros construían una casa en las Bahamas. Lo que no te toca hoy, te toca mañana.
Ladies and gentleman, ahora me toca confesar que a pesar de los años, la experiencia y la teshuvá definitiva, según el día, el estado de mis hormonas y los carbohidratos consumidos, sigo creyendo que así o asá.
Si me porto bien, hago toda la tarea y me lavo los dientes antes de ir a dormir, Hashem va a darme todo lo que yo quiera. Esos son los días en los que me pongo de pie ansiosa hasta llegar a shemá koleinu para exponer mi lista de pedidos que deberán serán respondidos porque ayer doné 180 shekels para vaad harabanim.
En la etapa "a ver quién paga el pato" camino por un campo minado, aterrada por el destino de la próxima bala, aliviada cuando mis cartas son buenas pero aplacando la culpa por estar bien anticipándome en la angustia para cuando esté mal.
Ustedes que me están mirando por la pantalla, ya se habrán dado cuenta de que mis dos versiones fallan en el mismo punto: El papel que Hashem cumple en mi vida. En la primera, yo puedo controlarlo, Hashem está ahí para servirme y para cumplir mis deseos porque ¿quién mejor que yo para saber lo que me conviene? En la segunda, no me hago cargo de nada porque las cosas simplemente pasan, Hashem sabrá por qué lo bueno y por qué lo malo, pero yo no tengo nada que ver con eso y este mundo no es el lugar para entenderlo. Asi que una de dos, o yo controlo a Hashem, o Hashem me controla a mi.
Hacia el final del post podría ponerme a dormir en los laureles porque después de todo, está en el aire en estos días, en las clases que se escuchan y los artículos que se leen. Sólo con escribir frases como: "coronar al Rey" "despertar con el sonido del shofar" y "aceptar que estamos en el mundo para servirlo" sacaría las papas del fuego, pero la verdad es que no tengo en claro nada de esto. Lo máximo que me atrevo a decir es que espero llegar a Rosh Hashaná un poco más ubicada. Entendiendo cuál es Su lugar y cuál es el nuestro.