jueves, 16 de septiembre de 2010
martes, 14 de septiembre de 2010
Feliz día del padre (un post en donde bato el record en el uso de la palabra perdón)
Ayer mientras escuchaba el shiur de Ruth Shira se me ocurrieron muchas ideas geniales para un post. Si tan solo hubiese llegado a casa y en vez de sentarme a comer el alfajor que me regalaron (no se ilusionen porque no pienso revelar mi fuente) me hubiese sentado a escribir las palabras que tenía en la cabeza, ahora estarían leyendo algo sumamente revelador y trascendente que los hubiese inspirado hasta para seguir con la dieta que empezaron el lunes.
Pero en cambio están leyendo esto. Igual quédense un rato, a ver si entre todos logramos sacar alguna idea. Total serán solo unos minutos que igual perderían en facebook o en twitter o en tumblr o en algún otro blog que muestra fotos de mascotas.
Les voy a resumir un poco la cuestión y, Ruth Shira, por favor corrígeme si me equivoco, porque aunque me viste mirar atentamente el gráfico de la pared, sabes que tengo un límite.
En la clase se hablaba de los tres tipos de relaciones en las que es propicio trabajar en el mes de Tishrei: con uno mismo, con el otro y con Hashem, relación cuyo momento culmine, por supuesto, es Iom Kipur, día en el que debemos entregarnos íntegramente a Hakadosh Baruj Hu.
Pero yo me quedé un paso más atrás en la clase, o más bien dos pasos, o si (no me dejan pasar una), tienen razón, me quedé absolutamente retrasada, pero debo decir que fue por culpa de una nube turbia de pensamientos que secuestraron lo que hay dentro de mi calavera y que se limitan a reproducir sin pausa una cantinela o una diatriba o como prefieran llamarlo, que como una niña recitando en el acto del colegio, enumera todo lo que he hecho mal durante el año.
Es que en estos días hay que hacer teshuvá ¿escucharon algo al respecto? ¿qué me dicen? ¿ustedes por dónde andan? Yo ando marcha atrás porque cuando ya estamos a punto de cruzar la meta, yo estoy volviendo al inicio donde todavía no han bajado la bandera. Es que empecé a revisar todo lo que Hashem va a tener que perdonarme, y eso me hizo recordar que en la relación con el prójimo Él no puede perdonarme nada que no haya sido perdonado por la persona afectada, pero de eso ya hablé el año pasado, y aunque el público se renueva, no vale la pena que repita lo que está escrito en el post de abajo. Así que avancé un poco en mi retroceso (qué linda paradoja) hasta el punto de darme cuenta que Hashem no va a poder perdonarme nada que yo no me haya perdonado a mi misma.
¿Van a estar de acuerdo si ahora digo que esto es muy difícil o van a venir a decirme que nada que ver y que es cosa mia? Porque yo creo que el daño que nos hacemos a nosotros mismos es de la peor calaña. No podemos con la idea de ser tan humanos, de fallar, de equivocarnos. No podemos perdonarnos no ser perfectos y no podemos superar las veces en la que salió al mundo nuestro señor Hyde. Y así seguimos ligados a esas trasgresiones, seguimos estancados. Yo creo que deberíamos trabajar primero en eso.
Y para todas las que estuvieron ayer en la clase, si fue Sartre el que dijo que el infieno son los otros, y porque el que calla otorga, como no lo dije ayer lo digo hoy: no estoy para nada de acuerdo. Todavía es peor que eso, el infierno puede estar mucho más cerca
lunes, 13 de septiembre de 2010
Con el corazón en la boca (o ¿por qué publicamos nuevamente este post? -para hacer bajar el del ayuno que ya terminó hace rato)
A los ocho años me peleé con mi vecina porque no quise darle lugar en mi escritorio para su cuaderno de matemática, la terminé echando de mi casa y gritándole “corta mano corta fierro” mientras se subía al ascensor. A los quince me peleé con mi mejor amiga por lo mismo que se pelean todas las chicas a esa edad y después de una charla infantil en un banco de plaza, la vi alejándose para siempre por la esquina de Corrientes y Pringles. Hasta los dieciocho me peleé con mi hermana por el lugar en la mesa, por el secador de pelo, por cerrar o por abrir la puerta y por cualquier otra cosa que siempre representaba lo mismo. También me peleé con una amiga porque se hizo religiosa y con otra porque no se hizo, con un jefe porque guardé una carpeta en el cajón equivocado y con una desconocida que me vino a decir que mis hijos hacían ruido.
Yo no sé si son reales muchos de estos recuerdos, porque a veces uno sólo se acuerda la historia que se cuenta a través del tiempo, pero sea como sea, lo que sí sé es que a ninguna de estas personas les pedí perdón. Y de eso estoy bien segura, porque pedir perdón es un acto heroico, y un acto heroico nunca se olvida.
No les voy a decir lo que ya saben, no les quiero repetir que respecto a las trasgresiones bein adam leJaveró (cometidas contra personas) no hay teshuvá que valga. Que uno puede afligirse en su corazón todo lo que quiera, pero si no le pide perdón a la persona perjudicada, ese arrepentimiento no sirve para que se borre la trasgresión de nuestra cuenta.
Lo que quiero preguntar es por qué, a pesar de saberlo, elegimos (por única vez) quedarnos callados. Uno preferiría que le dijesen que se aplique veinte azotes, haga dos días de ayuno o recite diez viduy, a que nos pidan enfrentarnos a nuestro prójimo para pedirle perdón.
Ya vendrá alguien a decirme que esto no es verdad y que durante estos diez días de teshuvá lo más normal es escuchar a la gente diciendo: “perdón por cualquier cosa que te haya podido hacer” “perdón por si te ofendí en algo”. Pero yo no me estoy refiriendo a esos casos sin sustancia. Me estoy refiriendo a ese caso específico en el que ahora están pensando.
Y ese es el perdón difícil de decir, ese es el perdón que se queda atorado en la garganta y que no quiere salir. Lo que tenemos que saber es que no hay otra forma de hacerlo: hay que golpear una puerta, poner el corazón en la boca y decirlo.
domingo, 27 de septiembre de 2009
Kol Nidré - כל נדרי
Kol Nidre - Historia

Kol Nidrei es una tefilá que hacemos en la víspera de Iom Kipur, comenzando con el servicio religioso. Mediante el Kol Nidrei, queda declarado que todas las promesas que hemos hecho y no hemos cumplido, quedan anuladas.
Esta tefilá está basada en el mandato bíblico de que un judío no debe quebrar ninguna promesa proferida, y trata de la anulación de las promesas hacia el Todopoderoso hechas voluntariamente por el hombre pero no observadas o quizás no cumplidas porque estaban por encima de su capacidad.
Respecto de las promesas hechas al hombre, en cambio, Kol Nidrei no es aplicable. Una persona no puede ser liberada de una obligación para con su prójimo salvo por consentimiento de la persona involucrada.
Ha sido sugerido que la oración de Kol Nidrei fue compuesta por los judíos de España en los tiempos del Rey Recaredo I (586-601), después de la persecución a sus súbditos judíos. Él ordenó su conversión al catolicismo y estos debieron atacar estas disposiciones contra su conciencia y voluntad. Con la llegada de Iom Kipur, cuando se reunían clandestinamente para ofrendar sus plegarias a D´s, el mayor de todos ellos se levantaba para declarar que todos los juramentos y promesas que habían hecho eran nulos y vanos, puesto que los habían formulado bajo coacción. Así es como la fórmula usada en este preciso día fue introducida al oficio. Es probable también que fuera en esas circunstancias, en que los emocionantes acordes de Kol Nidrei hubieran sido compuestos.
Más tarde, esta costumbre se extendió a muchas de las tierras vecinas, probablemente a través de la migración de los marranos, y fue retenida aún en época de libertad religiosa.
Ocurría a menudo que, cuando los judíos marranos visitaban a sus cofrades en los Iamim Noraim en las sinagogas portuguesas de Ámsterdam y Hamburgo, los últimos se oponían a admitirlos en su congregación. Argumentaban que los marranos debían haber huido y abandonado todas sus posesiones en España en lugar de someterse a una conversión externa. De aquí que nuestros Sabios de esa generación ordenaron la recitación de la frase:
''על דעת המקום ועל דעת הקהל אנו מתירין להתפלל עם העברינים''
“Invocando Divina sanción y con la anuencia de esta sagrada congregación declaramos: nos es lícito orar junto a los transgresores (es decir, los Avarianim, o sea, los marranos)
Probablemente, como fue sugerido, la palabra Avarianim, podría ser una referencia a la península de España, pues en Europa sus habitantes eran generalmente llamados ibéricos.
El Kol Nidrei resuena, en verdad, con el clamor milenario y genera en el Beit Hakneset una atmósfera muy particular, la melodía produce una emoción muy fuerte, creando una fuerza espiritual que evoca la trascendencia del día que comienza.
sábado, 26 de septiembre de 2009
Cinco Aflicciones en Iom Kipur
- Estas cinco aflicciones corresponden a los Cinco libros de la Torá, que aceptamos con los preceptos escritos en ellos sin permitir que interfieran nuestros deseos físicos.
- También corresponden a los cinco sentidos, con los que el hombre realiza mitzvot y comete transgresiones.
- A las cinco veces que es mencionada la palabra nefesh (alma) en la lectura de la Torá de Iom Kipur.
- A los cinco nombres que tiene el alma: néfesh, rúaj, neshamá, jaiá y iejidá.
- A las cinco inmersiones que realizaba el Kohén Gadol en Iom Kipur en la época del Gran Templo.
- Y a las cinco plegarias descritas para el día: Maariv, Shajarit, Musaf, Minjá y Neilá.
jueves, 24 de septiembre de 2009
martes, 22 de septiembre de 2009
Nunca Es Demasiado Tarde (Incluso Para Mi!)

viernes, 10 de octubre de 2008
¡Pido Gancho!

martes, 7 de octubre de 2008
Pre (y no post) Iom Kipur
Todavía no entramos en Iom Kipur y sin embargo yo ya voy a hablar del último momento de ese día. Y no estoy aludiendo al instante en el que nos tiramos sobre la mesa servida y devoramos la comida como si no hubiésemos comido en todo el día, sino que me estoy refiriendo a su desenlace: el rezo de Neilah.