miércoles, 12 de marzo de 2025

Pisando una piedra distinta en cada paso del camino


Nos molestan los cambios. Como si no estuviéramos fluyendo constantemente, cambiando células, explotando átomos, generando líquidos y recorridos de arriba a abajo por unos canales de sangre.

 Pisando una piedra distinta en cada paso del camino.

Lo que pasa es que esos cambios no nos molestan porque no los percibimos. Pero cuando algo grande sucede, nos asustamos, nos sacudimos, porque de pronto tenemos que descubrir quiénes somos en una situación distinta.

Por ejemplo: tu rutina marcha bien. Pareja, familia, trabajo. Tus hijos crecen sanos y, de repente, uno hace un cambio que te desestabiliza y hay un momento de confusión en el que no sabés bien qué hacer. Y esa confusión es un trick del ietzer hará para meterse en el medio. Y te usa como disfraz, porque después de todo, si te quiere engañar, nada mejor que hacerte pensar que quien actúa sos vos mismo. Entonces, dentro de esa confusión, te mete la idea de que vos sabés mejor que tu hijo lo que él tiene que hacer.

Y es ahí donde sufrimos como si estuviese pasando algo malo. Pero si cada hijo nos enfrentara con los mismos desafíos, no podríamos descubrir qué clase de padres somos en una situación difícil.

Digamos que tu hijo es el hijo de tus sueños, sea lo que sea que hayas soñado. Pero de golpe descubre que quiere hacer algunas cosas de distinta manera. Todavía no sabe bien qué quiere, así que al principio hace cualquier cosa, en general algo que a vos, como padre, te molesta.

Y acá viene la parte difícil de aceptar: lo que hagan los hijos no tiene que ver contigo. O sea, no importa lo que hagan en términos de tu control, porque eso tiene que ver con su propia neshamá y no con la tuya. Lo único que uno tiene que hacer es decidir quién es uno en esa situación nueva.

Hay que separar las cosas: la neshamá del otro y la nuestra. Y desde ahí se construye una relación sana. 

Porque si entendés que no entendés lo que el otro vino a hacer en este mundo, lo liberás para que pueda encontrar su lugar por sí mismo. "No juzgues a tu prójimo hasta que estés en su lugar" – y quizás nunca podremos estar realmente en el lugar del otro, porque cada uno tiene uno único. Quizá en la edición del Pirkei Avot de Mashiaj se diga simplemente "No juzgues a tu prójimo" y listo.

Y cuando se corta el cordón umbilical de creer que sabemos lo que es mejor para el otro, se establece automáticamente la verdadera conexión. Una donde las neshamot se hablan sin que el ego, el enojo o el "qué dirán los vecinos" interfieran.

Y me hago la Freud hablando, pero cuando las cosas se mezclan, mejor sacar lo que interfiere del medio. Y lo que interfiere siempre es un "yo" que se cree que algo de lo que sucede, sucede gracias a algo que ese yo haya hecho.

"Gente, crezcan un poco más todavía" debe decir Hashem. Y ahí te prueba y te hace perder el colectivo para anotar en su libro de la vida que no dejaste que te arruine el día el pensamiento de que no vas a llegar a tiempo y en cambio recordás que vas a llegar exactamente cuando Hashem quiera.

2 comentarios:

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