Me imagino al Olam Haba como un lugar en donde todo sucede sin que tengamos que intervenir.
Porque una de las cosas que más molesta es tener que tomar decisiones.
¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Dejo que mi hija vaya a la playa o no dejo que mi hija vaya a la playa? ¿Dejo que mi jefe no reconozca mi esfuerzo o no dejo que mi jefe no reconozca mi esfuerzo? ¿Dejo que mi marido me irrite o no dejo que mi marido me irrite?
Y para colmo, después de tomar una decisión tambaleante, tenemos que lograr llevarla al acto. Y mantenerla. Ahi se donde se pone realmente dificil porque cuando uno empieza a hacer lo que decidió, viene el Ietzer Hará, quien te agarra dubitativo y con las defensas bajas, y te empieza a recitar la lista de excusas que inventa para hacernos sentir que la decisión que tomamos estaba equivocada. O peor, El Ietzer Hará, en ese mismo momento, muchas veces no aparece. Se esconde para dejar que la idea primera (la voluntad de Hashem siempre nos parece inverosimil) nos convenza por sí misma y decidamos que estamos equivocados. Y haciendo esto o haciendo lo otro, seguimos dudando.
Y al final, uno no sabe si está haciendo lo que quiere Hashem o está haciendo lo que quiere el Ietzer.
Ahora mismo ni sé lo que estoy diciendo, parecería que pienso que hay más de una fuerza que nos controla.
Pensar así es una herejía.
No hay dos fuerzas.
Hay Una.
Y solo Una.
Y todo lo que sucede está bien.
Entonces eso: que el Olam Haba debe ser un lugar en donde todo sucede sin que tengamos que intervenir.
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