Quería experimentar un día sin sentir culpa ni tener más obligaciones que pasarla bien y hacer lo que se me venga en gana.
A ver hasta qué hora aguanto sin culpa y sintiendo sólo la bendición de poder, por un día entero, hacer lo que quiera. A ver si es verdad que creo que Hashem quiere que disfrute cada minuto de mi día o si, en realidad, una parte dentro de mí cree que, si hago algo que, según mi mirada miope, está "mal", me espera alguna clase de castigo (paradójicamente el castigo sería que me arruiné el día pensando cosas negativas).
Me desperté a las cinco y me quedé en la cama. Agarré el teléfono y me puse a ver lo que el algoritmo traía. Me vi una seguidilla de videos del Museo del Prado donde explicaban el backstage de Las Meninas, casualmente mi cuadro preferido. Pasé más de una hora aprendiendo sobre la influencia que tuvieron Tiziano y Rubens sobre la obra de Velázquez. Dalí dijo que, si hubiese que salvar un único cuadro de la historia del mundo, él elegiría “el aire” de Las Meninas. Ese momento fue lindo.
A eso de las siete me levanté para prepararme un desayuno de matzá con manteca, que comí en la cama y, mientras hacía Bircat Hamazón, me obligué a no pensar que todavía estaba en pijama.
Alrededor de las diez, un pajarito que vive adentro de mi cabeza me dijo que ya era suficiente, que ni tefilá había hecho. Subí la apuesta y acepté el desafío: a ver si refuto mi idea de que Hashem me quiere menos cuando no soy la hija perfecta, a ver si sigo pensando que Su amor es incondicional, aun cuando un día me ausento.
Ya eran las doce y, aunque todavía no había digerido la matzá, tuve la idea de crear una aplicación que me puede ayudar en mi trabajo. Pensé dos veces antes de entrar a la computadora de la oficina porque había tomado la decisión de respetar mis vacaciones. Me encontré en la disyuntiva entre no caer en viejos hábitos o no cumplir con la consigna del día. Decidí seguir haciendo lo que tenía ganas y me sumergí en un mar desconocido: el de los códigos Python, que abandoné después de una hora de intentos fallidos. No estaba obligada y no lo estaba disfrutando, así que entendí no era el momento propicio.
Algo que sí tuve ganas de hacer, fue escribir, así que empecé el primer boceto mientras escuchaba el Kav Habitajón, donde hoy mucha gente llamó para contar que encontró jametz después del seder y querían saber qué "bien" podían descubrir detrás de aquello. El rab contestó que el verdadero jametz está dentro, que es ietzer hará, ese es el jametz del que debemos desprendernos. Que el ietzer hara quiere matarnos de tristeza, o de enojo, o de culpa. Ese que vino al mundo oponerse a todo lo verdadero. El rab repitió que lo único que quiere Hashem son los intentos; que el resultado es anecdótico, no está en nuestras manos.
Y así nomás, desde ahí, desde la espiritualidad, me tiré de cabeza al mundo material. Me puse a ver un reality show de mujeres trillonarias y medio famosas que interactúan en escenarios paradisíacos arruinados por marcas y falta de autoestima. Me divierto mucho, pero más que nada aprendo todo -absolutamente todo- lo que no se debe hacer en las relaciones humanas.
Ya son las ocho y pico. Hace unas horas intenté dormir la siesta, ahora intento terminar de escribir esto, y por unas horas, con la ilusión de una científica a punto de hacer un descubrimiento, me daré el lujo de seguir haciendo sólo lo que tenga ganasquiero.