En mi barrio, salir a caminar significa subir o bajar, nunca avanzar en línea recta porque vivo en una montaña. Ayer salí de madrugada, subí la cuesta paso a paso, protestando en mis adentros por el esfuerzo que me costaba. Pensaba en lo difícil del recorrido y en la constancia necesaria para no detenerme, para no dar la vuelta antes de llegar a la cima y tomar el camino fácil.
Apenas vi la cima, sentí cómo los pensamientos se balanceaban hacia lo positivo, la promesa de la bajada se presentaba frente a mi como un oasis en el desierto, esa gota de esperanza cuando ves el final de lo difícil y sabes que se acerca un descanso.
Ya que durante la subida, registré mis pensamientos y descubrí la negatividad como una de las distintas manifestaciones del cansancio, me propuse prestarle atención a mis pensamientos de bajada para comprobar si cambiaban en algo.
De la bajada, en realidad, me di cuenta cuando ya había terminado. Iba tan liviana que pude disfrutar del camino, mis pensamientos volaron con los pájaros que cruzaban el cielo naranja en bandada cuando caminé mirando hacia arriba, y con las hojas crujientes del suelo cuando caminé mirando hacia abajo. Estuve un buen rato tratando de adivinar a qué árbol pertenecían y antes de darme cuenta me encontré con la de arce, árbol que sólo encuentro en la cima, y así supe que había subido la cuesta.
¿La diferencia? Mis pensamientos que en lugar de anticipar lo difícil del camino, se enfocaban en cada paso que iba dando.
Ver nuestra vida como una montaña: una sucesión de subidas y bajadas y a nosotros como un pequeño barco navegando entre las olas que pasan.
Porque antes de darte cuenta, bueno, todo pasa.
En mi barrio, salir a caminar significa subir o bajar, nunca avanzar en línea recta porque vivo en una montaña. Ayer salí de madrugada, subí la cuesta paso a paso, protestando en mis adentros por el esfuerzo que me costaba. Pensaba en lo difícil del recorrido y en la constancia necesaria para no detenerme, para no dar la vuelta antes de llegar a la cima y tomar el camino fácil.
Apenas vi la cima, sentí cómo los pensamientos se balanceaban hacia lo positivo, la promesa de la bajada se presentaba frente a mi como un oasis en el desierto, esa gota de esperanza cuando ves el final de lo difícil y sabes que se acerca un descanso.
De la bajada, en realidad, me di cuenta cuando ya había terminado. Iba tan liviana que pude disfrutar del camino, mis pensamientos volaron con los pájaros que cruzaban el cielo naranja en bandada cuando caminé mirando hacia arriba, y con las hojas crujientes del suelo cuando caminé mirando hacia abajo. Estuve un buen rato tratando de adivinar a qué árbol pertenecían y antes de darme cuenta me encontré con la de arce, árbol que sólo encuentro en la cima, y así supe que había subido la cuesta.
¿La diferencia? Mis pensamientos que en lugar de anticipar lo difícil del camino, se enfocaban en cada paso que iba dando.
Ver nuestra vida como una montaña: una sucesión de subidas y bajadas y a nosotros como un pequeño barco navegando entre las olas que pasan.
Muy cierto, Vale! Tambien se podria pensar que para disfrutar de la dulzura de la bajada es imprescindible atravesar la dificultad de la subida.
ResponderEliminartotalmente!
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