Vivimos como si lo que sucede en nuestra vida no debería suceder. Vemos la realidad como algo imperfecto, sin darnos cuenta de que los imperfectos somos nosotros. Y gracias a Hashem que nos hizo imperfectos, porque sin eso, esta vida sería un viaje terriblemente aburrido.
Me esfuerzo por creer en la idea de que todo pasado fue perfecto. Me lo repito mil veces. No hablo solo de lo que ocurrió hace años, sino incluso del instante en que terminé de escribir esta línea. Lo único que existe soy yo en el presente, por eso trato de seguir adelante sin mirar hacia atrás, sin quedarme atrapada en pensamientos negativos y en la conexión que pierdo cuando me ocupo de pensar en lo que otros piensan de mí.
Hoy, ya ese ietzer me atrapó dos veces (y son las diez de la mañana). La primera fue mientras mi hija se preparaba para el colegio. A mí me pareció un buen momento para contarle una historia de mi infancia, pero ella apuraba libros en su mochila y no me miraba. Por un momento, me ofrecí mi clásico discurso: "Nadie nunca se interesa en nada de lo que digo". Por suerte, al segundo siguiente pasó un ángel y me lanzó la idea de que quizá mi hija tenía apuro por no perder el colectivo.
Eso me recordó las palabras de Rabbi Golombeck: "Deja de querer controlar lo que sucede en tu vida. Cuando intentamos controlar los acontecimientos, lo único que logramos es perdernos la oportunidad de disfrutar lo que Hashem ya tiene planeado para nosotros". Y Hashem, al final, solo nos pide que disfrutemos el viaje.
Si miro desde lejos, veo cómo una vida vivida con bitajón y pensamientos positivos mejora mucho la experiencia. Al mismo tiempo, me alegro de que este concepto empiece a aparecer en algunos estudios científicos que reconocen la importancia de los pensamientos positivos para nuestra salud.
Cuando miro un poco más de cerca, me pregunto: ¿Para ustedes es normal que en Argentina se conozca popularmente la palabra "Hashem"? Para mí, no lo es. Lo que sí es para mí es un eco de la redención, un recordatorio de que Hashem está siendo reconocido en lugares que antes parecían imposibles.
Se viene la gueulá, lo repito convencida y a riesgo de quedar como una loca (pero ¿qué me importa lo que los otros piensen, verdad?). Tengo muchos años y puedo atestiguar que hay muchas cosas raras pasando en el mundo. Más allá de todo el sufrimiento, más allá de los fenómenos climáticos, más allá de los milagros de las chicas que están volviendo... del otro lado, todavía más allá, veo a Hashem y me convenzo de que es Él quien dirige el mundo y me obligo a relajarme y a entregar el volante con el que alguna vez creí manejar.
Y cuando me cuesta esa idea, me imagino viajando en un Uber sin conductor, contenta en el asiento trasero, dejando que un mecanismo invisible me lleve a mi destino.
Ir en el asiento trasero sin conductor suena a montaña rusa. Si hay conductor, es Hashem.
ResponderEliminarHola, lo del Uber es una referencia a algo que acaba de manifestarse en el mundo material (hay países donde la gente ya se traslada en Uber sin conductor) que sirve para entender lo que sucede en el mundo espiritual. Espero que esté más claro ahora.
ResponderEliminarComo cuesta soltar.... Al menos a mi me cuesta soy control freak pero con el correr de los años (más vieja me pongo) pude ver y sigo viendo que todo TODO está en sus manos
ResponderEliminarGracias por escribir de una manera tan hermosa lo que muchas sentimos ❤️