
Ayer tuve unos pensamientos interesantes en mi insomnio que se disolvieron con la luz de la mañana. Algo acerca de cuando éramos chicos y jugábamos a barrenar olas con aquel barrenador blanco de tergopol. Y pensaba qué divertido era TODO. Esperar que venga la ola perfecta, grande, barrenarla, quedar sacudidos por otras olas y finalmente terminar comiendo arena en la orilla descostillándonos de risa para entrar de nuevo. Y cuando estuve en Puerto Escondido fue igual. Me acuerdo de que las olas te sacudían hasta escupirte en la orilla y no podíamos parar de reír.
Y pensé todo esto porque antes se me cruzó una típica imagen mía de estos últimos años: unos ratitos de iluminación, superconectada, re-tzadeket, barrenando la ola a lo pantera rosa antes de pegarse con el palo, y yo antes de quedar comiendo arena. Y todo el tiempo que estoy tirada, caída, no sólo me pregunto cómo llegué hasta aquí, sino que extraño barrenar la ola perfecta. Y llego al punto en que el agua me da miedo y me parece que está un poquito fría y me puedo quedar tanto pero tanto tiempo añorando la cresta de la ola, que me termino alejando de ese mar que cada día me resulta más distante.
Y aquí estoy: muerta de aburrimiento, sitiada sin saber que estoy sitiada. Y habiendo olvidado y sepultado en mi interior a la niña que simplemente TODO le parecía divertido. No solo barrenar. También sacudirse, también caerse.
Entonces cuando la semana pasada vi un video y unas fotos de mi misma de estos últimos meses, me horroricé pensando: ¿¿¿quién es esta señora???? ¡¡En qué me convertí!! Para luego echarle la culpa a la peluca, a mi ropa de preceptora, a mi teshuvá, a mis 40 años y a todo lo que se me ocurrió en ese momento. Cuando en realidad esa señora es la que se olvidó a la niña en la playa hace mucho tiempo. Y toda vez que alguien aplaudía para recordarle o preguntarle: ¿Esta niña es suya? La señora la miraba extrañada preguntándose cómo puede ser que todavía no le hayan puesto a esa niña una chapita con su nombre y su número de carpa para que cuando se pierda pueda volver a su lugar, con sus papás.
Be´ezrat H" que pronto todas podamos volver a casa, con nuestro Papá y nuestras niñas reveladas en los rostros y en la risa a más no poder.







