Desde una visión meramente cronológica, todas las festividades señalan momentos posteriores al pecado de Adán. Recorramos el calendario hebreo y sus festividades desde atrás hacia delante: la festividad de Sukot representa el paso por el desierto; la festividad de Shavuot, la entrega de la Torá; la festividad de Pesaj, la salida de Egipto. Todas estas celebraciones son cronológicamente posteriores al pecado: un hombre caído atraviesa el desierto, un hombre caída recibe la Torá, un hombre caído se libera de Egipto. Sin embargo existe una festividad que incluye el "después del pecado", pero también el "antes del pecado": Rosh Hashaná, el día de la creación del hombre. Curiosamente, el día en que comienzan los Diez días de Teshuvá que concluyen con el Día del Perdón.
Rosh Hashaná, en el lenguaje de los Sabios, es también el Día del Juicio ya que el hombre transgrede y es juzgado el mismo día de su creación. Pero éste es el aspecto posterior al pecado: las tres últimas horas del día. Pero también la esencia de esta festividad incluye a las nueve horas anteriores al pecado, las horas ilesas, las horas puras.
Y tal vez esto sirva para explicar el misterio de la tensión sagrada que reina durante Rosh Hashaná: se comen platos especiales, se bebe vino, y se lucen vestimentas elegantes, y sin embargo los libros de la Vida y de la Muerte están abiertos para decretar el destino de la persona (Tratado de Rosh Hashaná 32b).
Pero a un nivel temporal, en este día las dos opciones conviven: la posibilidad de vincularnos con el "antes" del pecado y recuperarlo, o comunicarnos solamente con el Juicio y dar la espalda a la Luz que brilló durante las primeras horas de la Creación.
Teshuvá temporal: el retorno y el re-encuentro con esa Luz inicial, la que todo ilumina, la que todo cura.
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En: Aceca de la Teshuvá. Por Rav Ben Itzjak
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