sábado, 15 de marzo de 2008

Un cuento donde no cuento

Gracias a Dios, cuando empezamos el blog decidimos utilizar nombres falsos, porque nunca imaginé que iba a terminar confesado una cantidad tan grande de bajezas personales. Pero hoy no, hoy no tengo humor para humillarme, por lo tanto no les voy a contar la situación horrible que me llevó a la reflexión que si quiero contar. No les voy a contar la película que me tuvo como protagonista, guionista, directora y hasta iluminadora. No lo voy a contar aunque me ofrezcan un millón de dólares (bueno, eso podríamos hablarlo). Así que si lo que querían era algo con que deleitarse, prescindan de este post y sigan hasta el post de las trufas al ron, que es mucho más apropiado.

O sea que ahora que no saben lo que pasó puedo seguir adelante. Esa situación (para colmo) tuvo una espectadora (en primera fila), que coincidentemente es mi mejor amiga (si, tengo una mejor amiga, como en el jardín de infantes) y lo que ella vio se contradice con mil millones de consejos que yo le suelo dar al respecto. Bueno, cuando todo pasó me apropié de su mirada (no vayan a creer que ando por ahí coleccionando miradas) y me vi como una hipócrita.

Acto seguido se produjo en mi cabeza una manifestación de preguntas que desfilaban con las siguientes pancartas: ¿Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago? ¿Cómo puedo dar consejos en una dirección y después actuar contradiciéndome? ¿Si fallo una vez fallaré siempre? ¿En un segundo me convertí en una mala persona? ¿Para esto mis padres han gastado tanto en mi educación? ¿Por qué en las películas nadie cierra el coche con llave? (perdón esta última se filtró).

Queridos amigos, ustedes ya saben dónde encontré la respuesta (y el consuelo):

”Porque siete veces cae el justo y se levanta; pero, los malvados caerán (y no se levantarán) en el mal." (Mishlei 24:16)

Ser una persona recta no significa alguien que nunca se equivoca, significa alguien que cuando se equivoca se sobrepone, se arrepiente y sigue intentado. Nadie es perfecto, todos tenemos nuestros momentos, como las fases de la luna. Y como recordarán que seguía apropiada de la mirada de mi amiga, tuve la oportunidad de verme como si fuera otra (que nadie salte a diagnosticarme ningún grado de esquizofrenia, por favor) y noté una diferencia en cómo me juzgo a mi misma y como juzgo al prójimo. Y me quedé pensando en eso, pero eso tampoco hoy lo cuento.

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