Antes de empezar quiero advertirles que en este post voy a hablar mucho de ustedes, amigas, así que tendría que ir buscando alguna manera para diferenciarlas, porque si bien todas me han dado permiso para contar nuestro encuentro, muchas me han amenazado con revelar mi verdadero nombre si yo usaba el de ustedes. Pero entiendan, necesito definirlas de alguna manera ¿qué les parece según sus talentos?: “la estrella de la canción” “la estrella de la cocina” o “la estrella de la medicina” ¿no? No les gusta. ¿Y si probamos con las nacionalidades?: “más argentina que chilena aunque no te guste” o “¿cómo haces para discutir en portugués?” ¿tampoco?, entonces tendría que recurrir al carácter: “la que no logras que se enoje ni ahí” o “la que te inspira hasta desde la vereda de enfrente” ¿menos? Pero chicas, ¿nada les viene bien? entonces seremos simplemente 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8.
La cuestión, amigas, es que yo creo que cada una de ustedes posee un talento impresionante. Las admiro a todas y a cada una. Desde la doctora hasta la artista siempre tengo a quién recurrir. Las quiero porque son mujeres íntegras que me enseñan con su ejemplo, que trabajan, que educan, que se ocupan de su casa, que hacen jesed y que no dejan de avanzar.
Así que se imaginarán el asombro cuando me propuse hacer la crónica de nuestro último encuentro y sólo logré rescatar lo siguiente: Para empezar, chicas, el ruido: sillas corriéndose, cubiertos chocándose, 1, 2 y 3 hablando por teléfono a la vez y cada una superponiéndose a la otra. Después la intercalación de temas ¡por favor!: “decile que venga a limpiar la mesa” “la cantidad de harina necesaria para hafrashat jala” y “las medias con silicona previenen las várices” en una misma frase.
Y el show de 3 y 6 tratando de calmar a la beba de 2: “Ahí viene mami” “ahí viene mami” dicho 6739 veces en distintos tonos y toda la charla que gira en torno a la llegada o no de la madre a la mesa, que nunca se enteró lo que había suscitado su ausencia y llega muy campante señalando su bandeja: “esto lo paga el sabor del rimón ¿no?”
Y después 6, que le pide a 8 (haciendo gala de su trilinguidad): “¿traes sucar please?” y 8 no le trae azúcar, sino cucharitas: “me dijiste ¿me traés un capit (cucharita)?”; y 6 le aclara: “no, no te dije metraesuncapit, te dije metraesucarplis, hasta que 4 concilia: “es que no se puede escuchar después de netilat iadaim” y mientras tanto, en la otra punta de la mesa 1 anuncia que está dando clases de torá en portugués y 2, 3 y 5 se ríen porque 7 dice que las que van a esa clase creen que es en castellano.
Y aunque en los siguientes minutos dijimos milmillonesdeveces el nombre “Iemima” seguimos sin decir nada muy interesante y saltamos de tema en tema: “como volver en teshuvá y no morir en el intento”, “el miedo de que la pollera se quede enganchada y no nos demos cuenta” “antes de los cuatro meses, el bebe no desarrolla alergias” “los hijos que se chupan el dedo” y “pelucas y peluqueros”.
Así que amigas, si alguna de ustedes me puede explicar a causa de qué mientras nos poníamos los abrigos y salíamos de esa cafetería nos sentíamos tan contentas y tan llenas de vida. Si me puede explicar por qué misterio de la creación esos recreos nos llenan de fuerzas por varios días, y cómo es que de allí siempre salimos mejores madres y esposas… se lo agradecería.
El blog cumple dos años y queremos festejarlo con una reunión virtual, las invitamos a encontrarnos el miércoles a partir de las 15:00 (hora de Israel). Pasen por los comentarios a saludarnos, a charlar, a preguntarnos cosas o a contarnos algo. Están todas invitadas (desde Beit Meir a Barcelona, desde Montevideo a Azul). ¡Las esperamos!.