lunes, 7 de julio de 2008

Tamuz - el sentido del Mal (II)


Y El Eterno Dios le ordenó al hombre, diciendo: «De todo árbol del jardín podrás comer; pero del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, no comerás; pues el día que de él comas, ciertamente morirás» (Génesis 2:16-17)


¿Por qué? ¿Qué sentido oculto encierra esta prohibición? O mejor dicho, y tal como lo cita el Rambam (Maimónides) en su Guía de perplejos, ¿Acaso no es precisamente esta capacidad de distinguir entre lo bueno y lo malo lo que diferencia al hombre de las bestias?


Cuando logramos internarnos en el mundo de las palabras bíblicas originales, en el idioma hebreo, y nos aproximamos a sus raíces idiomáticas, entonces todo lentamente se aclara y se ordena.


La expresión bíblica que refiere al Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal es etz hadaat tov verá. Es un árbol, etz, que otorga un conocimiento, daat, relacionado con Bien, tov, y el Mal, rá. Y para saber a qué tipo de conocimiento se alude, basta con entender la palabra hebrea daat, la cual, en todos los casos en que aparece en la Torá, indica unión, apego y fusión. Por ejemplo, es utilizado para indicar que Adam conoció - iadá - a su mujer Java (Eva) y ella concibió y dio a luz. Es decir, el hombre se unió a su mujer, o tal como lo expresa el versículo: “la conoció”. Si regresamos al Árbol del Paraíso, ya podemos aproximarnos mínimamente a su sentido: era el Árbol que fusionaba y entremezclaba al Bien y al Mal. Y una vez que el hombre come del mismo, entonces “internaliza” a través de este acto la confusión y, desde este instante, el Bien y el Mal no solo se confunden entre sí sino que le hablan al hombre desde su interior, en primera persona. El hombre cree que la voz que le habla es su propia voz, mas en realidad, es el mal instinto (ietzer hará) que lo seduce desde lo más profundo de su ser.


Dice el Rambam que Adam, antes de probar el fruto prohibido y provocar la confusión antes detallada, distinguía en su mundo dos aspectos diferentes: lo Verdadero y lo Falso. Esto, todo el tiempo que el Mal se encontraba afuera de él. Como es lógico, él se guiaba por lo correcto y se alejaba de lo falso, y su camino era elegido de acuerdo con la verdad. Mas al caer, al “acceder” al conocimiento que El Eterno le indicó no probar, su vida ya no se rige por lo verdadero y lo falso, o lo correcto o incorrecto, sino por lo bueno y malo. El hombre que basa su vida en lo que parece bueno o malo, en lo que le agrada o le provoca rechazo, es un digno representante del hombre, pero en su estado decadente posterior a la transgresión. El Bien y el Mal, entremezclados y confusos, desplazan y oscurecen a la Verdad y la mentira.

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Calendario Cabalístico.Ben Itzjak.Ed Edaf (Club Hebreo del Libro)

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