viernes, 21 de agosto de 2009

Elul y el Hombre Contemporáneo


El mundo moderno presenta un camino sin retorno. La vida es aprehendida por el hombre contemporáneo como una camino angosto de una sola dirección, y en el cual se debe viajar a toda velocidad, intentando alcanzar y pasar a los demás, evitando que los demás me alcancen. Mirar hacia atrás es válido sólo en dos casos: para regocijarme por el camino recorrido o para medir la distancia de quien me sigue los pasos. En semejante situación, ¿cabe acaso imaginar a un conductor viajando en sentido contrario, volviendo sobre sus pasos? No nos engañemos: quien lo hace asume un importante riesgo.

En la ruta de la vida, entendida de este modo, hay un comienzo y un final. Y nada más. La juventud es el punto culmine por encontrarse aún cerca de la partida, y la vejez es el tiempo más temido por su cercanía al final del recorrido. Cada paso que damos, entonces, nos aproxima al final y, por ende, nos entristece. Marchamos de la alegría a la tristeza, de la lozanía al cansancio, de la vitalidad a la extinción. Lo que fue ya sucedió, el futuro es una incógnita, y lo que realmente cuenta es disfrutar el presente, el momento que captamos por la ventana de nuestro coche, el cual está a punto de transcurrir y es absolutamente irrecuperable en una ruta velocísima de una sola y única mano.

Educado en este marco filosófico, el hombre contemporáneo experimenta cada día su caída libre hacia el vacío, hacia la nada.

Además, como se le priva la libertad de regresar hacia atrás, su pasado es un terreno intocable, incorregible, y, por consiguiente, el hombre está condenado a seguir siendo lo que fue. Cuando la persona acumula en su ser una cantidad considerable de pasado, todavía es joven y vital, mas cuando carga sobre sus espaldas todo su pasado monolítico, el resultado es el desgaste, la erosión y la vejez. Atrapado en esta cárcel el hombre contemporáneo siente que enloquece, y se dedica a modificar permanentemente su presente, a cambiar histéricamente de escenario. Y así, desesperado, busca indiscriminadamente trastocar todo: desde sillones hasta el peinado, desde su ciudad hasta su pareja, desde coche hasta su cara.

El hombre moderno nada sabe de la energía particular de Elul, la cual le permite desde su interior, y a partir de sus propias fuerzas, simplemente nacer de nuevo. Así, así de simple, comenzar de nuevo cuando se lo propone y cuando realmente lo quiere. Crear y re-crearse, colocar su cabeza entre sus rodillas y, llorando, comenzar de nuevo.

La energía de Elul nos permite desconectarnos del pasado, quitarlo de sobre nuestros hombros y nuestra espalda, y decir: “Es cierto, no me gusta lo que fui en un pasado, pero no estoy obligado a rendirle pleitesía, no estoy condenado a seguir siendo lo que fui. Puedo nacer de nuevo.” Cuando esta es la filosofía de vida, entonces todo lo malo y despreciable, lo afectado y lo corrupto que alguna vez estuvo apegado a mí, ya no tiene que ver con el que soy sino con el que fui. Mas desde ahora, comienzo un camino nuevo, repleto de esperanza y creatividad. ¡Pobre de aquel que jamás probó el dulce sabor de la renovación! ¡Infeliz el hombre que nunca gozó con el placer de saber que una página en blanco lo espera!

La energía de Elul me permite, en medio de la más cruel rutina, señalar mi Año Nuevo y mi Día del Perdón, y empezar de nuevo.

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Calendario Cabalístico. ELUL. Ben Itzjak

1 comentario:

Anónimo dijo...

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