miércoles, 13 de agosto de 2008

Pobres ricos

El otro día dije que no podría basar mi vida en el concepto de la comodidad, y si bien específicamente esto es cierto, está muy lejos de mí, todavía, que mis inclinaciones naturales me lleven a puerto seguro, porque de no trabajar en ellas, por ejemplo, podría haber basado mi vida en otro criterio vano: el concepto estético.

De no haberme esforzado por cambiar esa característica, podría haber seguido pensando que los autos son más importantes que los actos y que los efectos son más valiosos que los afectos. Y por debajo de esa aparente superficialidad, había una profunda superficialidad que se interesaba en las cosas más que en la gente.

Cuando descubrí al Rey Salomón (y también descubrí América) sus palabras me inspiraron como sólo puede hacerlo el mensaje del más sabio de los hombres: “…vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Eclesiastés 1:2). Este, más que un versículo, fue un vehículo que me rescató del atasco mental para dirigir las neuronas útiles que me quedaban hacia la dirección correcta.

El Magid de Dubna explica al respecto que una persona que toda su vida se dedique a… digamos… acumular riqueza, (¡aunque no lo crean!) al final de sus días reconocerá que no encontró en la riqueza lo que estaba buscando, pero, dice el Magid, caerá en el error de pensar que era otro el camino, y si pudiese volver a vivir su vida, elegiría por ejemplo dedicar sus esfuerzos a conseguir placeres físicos (por sugerir alguna otra característica difícil de encontrar en este mundo). Pero, remarca el Magid, lo que el rey Salomón nos está diciendo es: no es por allí, pero tampoco por allá. Y avanza un poco más indicando no sólo que no es en esas cosas en donde encontraremos el sentido de la vida… sino que allí no encontraremos nada de nada.

Pero usemos a nuestros ídolos de ejemplo, ya que están allí, que sirvan para algo más que para que formemos clubs de fans y les saquemos fotos mientras bajan de la limusina, después de todo, son ellos los que llegaron al lugar de nuestras aspiraciones. ¿Buscamos belleza? preguntémosle a Marilyn Monroe. ¿Aspiramos a la gloria? preguntémosle a Maradona. ¿Quieren fama? (la fama cuesta) allí lo tienen a Michael Jackson. ¿Riqueza? Cristina Oassis. Podría continuar, pero no vale la pena, porque estoy segura que todos nos responderían lo mismo: “…vanidad de vanidades…todo es vanidad.”

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