martes, 5 de agosto de 2008

La comodidad me incomoda

El otro día alguien me preguntó por qué me gusta charlar con la gente. Le contesté que hablar con los otros me ayuda a descubrir lo que pienso y a formar mi propia opinión sobre distintos temas. Conocer a los demás vendría a ser una técnica para conocerme a mí misma. Y funciona más que nada con un sistema de descarte: por ejemplo si alguien explica la crítica a la razón pura, la considero para usarla o desecharla; si alguien desarrolla la idea “pienso, luego existo” también la examino para admitirla o descartarla (en ese caso estaríamos frente al famoso “descarte de Descartes”). Así que imagínense mi alegría cuando mi último post recibió un comentario que en sus tres palabras dejaba vislumbrar una idiosincrasia hedonista. Lo que mi anónimo comentarista escribió fue: “es más cómodo” (vivir sin Torá es más cómodo).

La primera impresión que tuve al leer el comentario fue que después de todo no iba a poder sacar ninguna conclusión personal, porque nunca tuve inclinación hacia la comodidad, ni siquiera tengo la tendencia de elegir un sillón por esta cualidad (aunque sería conveniente), así que mucho menos podría imaginar una vida basada en ese concepto.

La segunda impresión que obtuve fue que ese comentario representaba claramente al inconciente colectivo que considera que la vida de Torá es una vida sin placer, basada solamente en el esfuerzo. Y ese mismo colectivo nos deja en la puerta de uno de los debates más profundos en el judaísmo: bitajón (confianza absoluta en Hashem) contra hishtadlut (esfuerzo humano requerido).

Convengamos que la comodidad total es técnicamente imposible. No se puede negar que tenemos necesidades, pero el foco de la cuestión es cuánto esfuerzo debemos invertir en cubrirlas. ¿Podemos tirarnos en las Bahamas a esperar que del cielo caiga todo lo que necesitamos? ¿si o no?, y si no ¿cuánto esfuerzo es necesario para conseguir un pescado en salsa de coco?

Lo podemos entender analizando lo siguiente: ¿se requiere esfuerzo para levantar una pesa de cuarenta kilos? Depende. El que tenga los músculos desarrollados la podrá levantar como si fuese una pluma, pero el que nunca se haya ejercitado quedará doblado en dos. El esfuerzo requerido es relativo y está en dependencia con el grado de desarrollo de los músculos. Y si aceptamos que esto es válido para los músculos físicos ¿por qué no considerarlo para los “músculos espirituales”?

Las mitzvot son el entrenamiento de nuestras capacidades espirituales. El “músculo” que deberíamos ejercitar se llama bitajón. A esta altura no voy a negar que la Torá nos exija un esfuerzo, pero nuestros sabios nos enseñan que la cantidad de hishtadlut necesaria está en relación con el grado de bitajón adquirido. Así que el que quiera una vida cómoda de verdad, ya sabe por donde puede empezar a lograrlo. ¿Quieres dejar de ser un alfeñique? La Torá puede convertirte en un Atlas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta buenisimoooooo!!

Anónimo dijo...

ah!! No soy anónimo "por que es cómodo" soy "busco sentirme comodo viviendo en Torá"

Judi Lerner dijo...

Comparto contigo esa inquietud, supongo que cualquier baal teshuvá puede entenderlo... será cuestión de ejercitarnos.
Saludos!

Anónimo dijo...

Estoy releyendo La mascara del Mundo de Tatz y precisamente me encuentro en el capitulo de bitajon vs hishtadlut. Lo explica muy bien, es realmente bueno..pero tu ejemplo es maravilloso, muy didáctico.