domingo, 15 de junio de 2008

En busca del destino

No hace falta visitar a ninguna tarotista egipcia, ni consultar la borra del café, las líneas de las manos y mucho menos los horóscopos aztecas. Si quieren conocer su destino, yo lo adivino sin necesidad de encender ningún sahumerio: todos vamos a morir.

No se sientan insultados ni piensen que quiero deprimirlos, simplemente estoy diciendo lo que es irrefutable desde el día en que Adam fue expulsado del Jardín del Edén (“Ya que polvo eres y al polvo volverás” -Génesis 3:19). De esto es de lo único que podemos estar seguros; nuestro día llegará y allí estaremos frente al Ángel de la Muerte (excepto Woody Allen, que ha dicho que no acudirá al evento).

Pero, a pesar de saberlo, creemos que pensar en eso no nos sirve para nada. La conciencia de que la vida en este mundo es limitada es un tesoro que no todos están buscando. Lo reservamos para la filosofía, la religión y hasta para la ciencia, pero de nuestro día a día, lo excluimos. Nadie quiere preguntarse cómo vivirá el día de su muerte, (suena paradójico) pero si lo hiciéramos, seguramente utilizaríamos nuestro tiempo en esta vida de manera diferente.

El Talmud cuenta que cuando Alejandro Magno llegó a Israel formuló diez preguntas a los sabios de la época. Espiemos la escena un momento:

Alejandro Magno:
-¿quién es sabio?
Sabios de la época: -el que ve el futuro

Quizá Alejandro esperaba otra respuesta, seguramente deseaba que le contesten “tú eres el más inteligente entre los hombres”, ya que él mismo se consideraba discípulo de Aristóteles, pero lo que nuestros Sabios contestaron es que no es una acumulación de conceptos lo que distingue al sabio, sino la conciencia en cada instante de que se deberá rendir cuentas ante Dios y actuar en concordancia con ese conocimiento.

Así que corramos a pedir reembolso a la pitonisa y desde hoy empecemos a prepararnos para el día en que encontremos nuestro destino.

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