Anoche tuve un sueño en el que limpiaba para pesaj. Era el típico sueño, en donde yo estaba en mi casa, pero no era mi casa y estaba mi madre, pero en el cuerpo de otra persona. Y el jametz no era el jametz, sino las palabras que lo definían. Por ejemplo, allí estaba yo borrando con liquid paper la palabra pizza del aviso de la pizzería y borrando la palabra pan dentro de la palabra tulipán. Me desperté gritando en la mitad de una discusión acerca de si debía borrar la palabra “maza” dentro de la frase “golpear con la maza el burilador”.
No se necesita haber estudiado la interpretación de los sueños de Freud para darse cuenta de qué sentimientos subconscientes salieron a la superficie. Entramos en la cuenta regresiva. Pesaj se acerca y parecería que todo el jametz se hubiese multiplicado. Gracias a Dios contamos con productos de limpieza destructivos e intoxicantes. Les presento a Saint Moritz:
No se necesita haber estudiado la interpretación de los sueños de Freud para darse cuenta de qué sentimientos subconscientes salieron a la superficie. Entramos en la cuenta regresiva. Pesaj se acerca y parecería que todo el jametz se hubiese multiplicado. Gracias a Dios contamos con productos de limpieza destructivos e intoxicantes. Les presento a Saint Moritz:
No gasten energía en tratar de discernir lo que se ve al fondo fuera de foco, es mi cocina y se las muestro (avergonzada) en un primer primerísimo plano:
El Saint Moritz vendría a ser como el sueño de un horno, que hace aparecer las antiguas suciedades reprimidas (la papa frita que se ve allí es un poco más reciente). Y la cualidad del Saint Moritz es el efecto reparador:
¡Asombroso! (quisiera llamarlo milagroso, pero tengo miedo de que los rabinos que supervisan el blog me llamen la atención). Ahora si, que todos sepan que mi horno no está para bollos.
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