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martes, 1 de julio de 2025

Dr. Jeckyll and Mr. Hide


A la noche surge lo peor de mí: el cansancio y la queja. Las cosas pierden su color. No distingo los grises de las sombras, y cuando la belleza desaparece, prefiero cerrar los ojos y dormir.

A la mañana tomo café en el jardín, rodeada de pájaros con picos amarillos y flores rojas y naranjas. Por entre los racimos de uva que cuelgan de la viña se cuela un rayo de sol que apunta a mi ojo izquierdo y hace que todo cambie de color. En realidad, las cosas cambian de color constantemente según el curso de la luz que las ilumina.

Podría pasarme el día entero mirando. Nunca me aburro. Por ejemplo, ahora observo una paloma que se posó en la cerca y me maravillo de cómo Hashem combinó los marrones y grises que se pierden en un cuello que se torna tornasol.

A veces tengo un glimpse, un flash de comprensión de lo que le pasó a Abraham Avinu, porque es claro que en la naturaleza se puede descubrir a Di-s.

Hablemos del mar, si quieren, de las Cataratas del Niágara, del sauce llorón, de la piedra caliza, del bosque de Yellowstone. Del desierto de Sara.

Y hablando de Sara, no puedo evitar pensar en que segurmente fue nuestra matriarca quien indirectamente guió a su marido por el camino que lo llevaría a una revelación que consideraría propia, como hacen las mujeres sabias que saben cómo sembrar buenas ideas en silencio. 

Y hablando de eso, pensemos en las creaciones humanas, que nunca llegan a ser tan bellas como las salidas de la fábrica de la Creación. Nunca un Tesla será más bello que el Aconcagua. Nunca el Taj Mahal se le acercará a los talones del diseño de la via láctea. El sonido de los pájaros nunca se podrá comparar con el ruido de un despertador. 

Sin embargo, el arte desempeña un papel en todo esto. No es lo mismo escuchar a la filarmónic de Viena  que el ruido del motor del aire acondicionado. Debe ser porque el arte atraviesa al hombre y se expresa a través de él, el ser humano, la más maravillosa de todas las creaciones.

Y quizá es solo cuestión de grados de separación. Cuanto más alejado del origen, más las cosas pierden su esencia. Cuanto más cerca del estado original, la belleza más se expresa.

Y pienso en Dorothy, allá en Kansas, y en las encrucijadas de la vida: Norte, Sur, Este u Oeste. Al final, da lo mismo el punto cardinal , Hashem está en todos lados, por eso, cuando no sé para dónde ir, dejo que lo bello y lo bueno decidan mi rumbo.

jueves, 12 de junio de 2025

Bendita competencia


Desde chiquita, mi sueño secreto es llegar a ser la mejor persona del mundo.

Así de competitiva soy. Competitiva conmigo misma. Así mido mis victorias y mis fracasos. Me importa cambiar un defecto. 

Por eso me encanta vivir entre gente que se trabaja a sí misma. Porque, convengamos que la fábrica, ya nos manda bastante fallados.

Voy a sonar egoísta, pero me trabajo a mí misma porque lo disfruto. Más que nada, el esfuerzo que implica corregirse espiritualmente me parece mucho más interesante que el esfuerzo de levantar pesas en una máquina.

Si uno vive rodeado de ladrones, mentirosos o asesinos, la vara está muy baja.

Pero si uno pertenece a Am Israel, gran parte de ese tema ya está solucionado. Más aún si uno vive en mi barrio, rodeada de niños que pueden estar solos en la calle porque todos actuamos como hermanos.  Uno cuida del otro.

Así que se imaginan: tratar de superarme y lograr ser más amable que mi vecina, la persona más amable que conozco… es un desafío grande.

Igual lo sigo intentando. Y me averguenza decir que tengo algunas medallas recién recibidas. Hashem me las va mandando con brajá y menujat ha nefesh.

Ayer, por ejemplo, subiendo la montaña para tomar el colectivo que me lleva al trabajo, me disculpé con una conocida por tener los auriculares puestos. Al contarle que escuchaba el Kav HaBitajón, me contó que ella también está trabajando en su emuná. Y dijo palabras que yo había dicho días antes. Me contó una historia inspiradora. Me dejó pensando.

Qué lindo estar rodeada de gente que te desafía.

Cuantos más seamos, mejor.

Estamos trayendo al Mashíaj.

martes, 25 de febrero de 2025

Mrs. Good Timing

El otro día conté que, en general, llego temprano a las cosas y a las citas. Pero lo que no dije es que, además de adelantada, muchas veces llego cuando parece que nadie me está esperando. Como si mi función fuera interrumpir el flujo de las cosas para desafiarlo. Y para colmo, lo hago con la urgencia de que no nos queda mucho tiempo.

No nos queda mucho tiempo para trabajarnos a nosotros mismos, el tikún personal hay que hacerlo aquí y ahora. La Gueulá se acerca y, con ella, el libre albedrío tal como lo conocemos dejará de existir. ¿Qué mérito tendrá decir que creemos en la llegada del Mashíaj cuando ya estemos bailando frente al Beit HaMikdash? Ese mérito se lo llevarán quienes lo anuncian ahora, cuando todavía parece una locura, cuando todavía se los señala por hacerlo.

No vendo ideas que no haya probado en carne propia. Yo soy mi propio objeto de estudio, y mis resultados los obtengo empíricamente. El Kav HaBitajón de Rabbi Golombeck me cambió la vida. Me enseñó a confiar plenamente en Hashem, a ver Su mano en cada detalle y a experimentar la tranquilidad que viene con esa certeza.

Probé el superpoder de volver invisibles a quienes me rodean y ver a Hashem detrás de cada uno de ellos. Y me funcionó.

Probé alejarme de la negatividad, enfocarme sólo en pensamientos positivos que me obligan a buscar lo bueno en cada situación y vivo con alegría.

Probé reconocer el amor de Hashem en cada detalle de mi vida y sólo vi bendiciones.

El truco del Ietzer Hará es hacernos creer que Hashem es "malo", que todo lo que nos sucede es un castigo y que las cosas negativas son pruebas que nos definen. Su estrategia es la de poner una lupa sobre lo peor que podamos encontrar. Como ya están comprobando la neurociencia y la psicología cognitiva, la mente humana tiende a enfocarse en lo negativo, magnificándolo, y a subestimar lo bueno que nos rodea.

Pero a esta altura de la historia, la máscara del Ietzer Hará se está cayendo, no resiste el paso del tiempo.

Sigo convencida de que vale la pena decir las cosas, aunque a veces sea a destiempo o el timing no siempre sea bien recibido.

lunes, 16 de diciembre de 2024

La Mitzvá del Desconcierto

Empezamos las cosas como un juego, pero apenas descubrimos que no sabemos nada de un tema, perdemos el miedo a no saber y nos sumergimos en esas aguas misteriosas que forman cerca del sesenta por ciento de nosotros mismos. El agua no solo es física, sino un símbolo de lo desconocido: territorios internos que permanecen ocultos hasta que las circunstancias rompen sus murallas, como olas que se estrellan justo a nuestro paso, revelando geografías íntimas antes inexploradas.

Todo lo que Hashem pone en nuestro camino tiene un propósito: empujarnos hacia un desafío que nos permita trabajar en nosotros mismos. Si no enfrentáramos esos desafíos, nunca corregiríamos lo que necesita ser corregido. Lo que no controlamos es precisamente ese espacio de lo no explorado en nosotros mismos, territorios que solo se habilitan cuando las situaciones nos golpean como olas, quebrantando nuestras defensas y permitiéndonos acceder a nuestras capas más profundas.

El ego, como dice el Rav Golombeck, es el principal detractor en este camino: el noventa por ciento de las cosas que nos molestan son protestas de nuestro propio ego. Por ejemplo, el ego nos dice que no vale la pena crear canciones para niños si un video no obtiene suficientes vistas. Nos convence de que los números son la medida del éxito y que el esfuerzo solo vale si recibe validación externa.

Pero, ¿y si Hashem nos puso aquí solo para alegrar a un único niño, en alguna parte del mundo? ¿No sería suficiente? Porque al final, el verdadero desafío no es alcanzar la fama ni las métricas, sino superar al ego que busca alimentar su insaciable apetito.

Desde la orilla, el océano parece sucio: la espuma con residuos distrae la vista. Pero si avanzamos y nos dejamos desafiar por las olas, encontramos que más allá de las aguas agitadas hay calma. Y si nos sumergimos, descubrimos un universo oculto que no se ve desde la superficie. Así es nuestra vida: si nos quedamos en la orilla, nunca entenderemos lo que Hashem quiere mostrarnos. Atravesar las olas es parte del trabajo de vivir, es permitir que cada embate rompa algo en nosotros para revelar lo que aún no conocemos.

El trabajo personal es un viaje continuo. Cada paso hacia adentro, cada ola que nos golpea, nos lleva más cerca de esa belleza oculta que, desde la orilla, ni siquiera imaginábamos que existía.

jueves, 12 de diciembre de 2024

Un Chiste Divino


¿Recuerdan esos momentos en clase cuando la maestra gritaba "¡Silencio!" con esa mirada seria, y en lugar de callarse, el aula explotaba en carcajadas? Era como si un virus de la risa hubiera infectado el salón, más poderoso que cualquier intento de control académico.

La ciencia dice que reír es básicamente un cóctel de felicidad que hace que nuestro cuerpo baile de alegría. El cortisol -esa hormona gruñona que nos hace ver todo gris- sale corriendo para otro lado cuando la risa hace acto de presencia.

Me resulta asombroso el plan de HaKadosh Baruch Hu que, al final, es más simple de lo que pensábamos: quiere que seamos felices. No necesitamos doctorados en espiritualidad, solo necesitamos sentirnos amados por Él y soltar una buena carcajada para festejar que la risa sea como un sistema inmunológico disfrazado de comediante.

Hay una historia talmúdica que lo confirma. Rav Beroka estaba en el mercado con Eliyahu HaNavi (cada uno va de compras con quien puede) y le pregunta quién merece la vida eterna. Eliyahu le señala a dos personas aparentemente comunes. Cuando Rav Beroka les pregunta a qué se dedican, ellos responden: "Somos comediantes. Hacemos reír a la gente triste y arreglamos los conflictos con humor". ¡Revelación impresionante! Resulta que hacer reír es un trabajo celestial.

Los científicos -esos señores serios con bata blanca- confirman lo que nuestros sabios ya sabían desde hace siglos: reír es un superpoder. Fortalece el sistema inmune, mejora las funciones del corazón y renueva la mente. Es como un gimnasio para el alma donde cada sonrisa transforma moléculas, une corazones y nos acerca a algo más grande que nosotros mismos.

Qué Torá tan hermosa nos dio Hashem: cuando nos reímos y somos felices, estamos siguiendo órdenes divinas. 

Así que riamos con intensidad, con libertad. La vida es demasiado seria para tomársela tan en serio; celebremos con alegría cada chiste que HaKadosh Baruch Hu comparte con nosotros.



jueves, 21 de noviembre de 2024

¿Qué tiene de malo ser normal?


¿Alguna vez se han imaginado cuánta energía desperdiciamos intentando caerle bien a todo el mundo? Si pudiéramos convertir esa energía en electricidad, probablemente iluminaríamos toda Nueva York por varios años.

Escuché hoy al Rab Golombeck decir una verdad que libera: el ser humano, desde que abre los ojos hasta que los cierra, está inmerso en una carrera permanente contra el "¿Qué pensarán de mí?". Nuestra mente es como un gerente de relaciones públicas trabajando horas extra, preguntándose si nos respetan, nos valoran o simplemente les caemos bien.

Imaginen el estrés. Es como estar en una audición constante donde el jurado son todos los que nos rodean. ¿Quién diseñó este reality show llamado vida social?

La realidad es tan simple como demoledora: vivir para complacer a los demás es agotador. Es imposible impresionar a todos. Siempre habrá alguien que nos mire como si acabáramos de cometer el crimen más atroz: ser nosotros mismos.

¿Cuántas veces hemos rechazado un plato de comida muertos de hambre, solo para "quedar bien"? ¿Cuántas veces hemos mordido nuestra lengua o disfrazado nuestra personalidad, como si fuéramos maestros del camuflaje social?

El secreto, nos recuerda el Rab, no está en impresionar, sino en conectar. No estamos aquí para ser los protagonistas del rating social, sino para servir a Hashem. Y cuando esto realmente se internaliza, la presión se evapora más rápido que un cubo de hielo en el desierto.

Vivimos como si la vida fuera un examen: "¿Y si me equivoco? ¿Y si no gusto?". ¿Por qué no decir mejor: "Si cometo un error, ¡que sea con toda la intención!"? La liberación es inmensa.

La verdadera felicidad no está en los "likes" sociales, sino en sentirse amado por HKBH (es incondicional, así que Él nos ama tal como somos: con nuestras imperfecciones, nuestras bajezas, nuestras voces desafinadas y nuestros momentos de absoluta torpeza humana).

No se trata de ser rebeldes sin causa o de no importarnos absolutamente nada. Se trata de entender que nuestra validez no depende de un jurado externo. Se trata de reconocer que ser auténticas es un arte, no un delito.

Así que la próxima vez que sientan ese impulso de complacer, de impresionar, de ser algo que no son, respiren. Recuerden que son amadas por el Único que realmente importa. Sean valientes, sean auténticas, sean normales.

Porque, al final, ¿qué tiene de malo ser normal si ser normal es ser único en el plan de Hashem?