La búsqueda de la identidad es un proceso raro. Cuando uno se pregunta seriamente “¿quién soy?” comienza una descabellada carrera hacia la individualidad que involucra un alto porcentaje de extravagancia, ya sea que uno termine llevando el pelo violeta, vistiéndose de forma exótica o hablando con un extraño acento checo.
Debo confesar que invertí muchos años intentando diferenciarme del resto. Al volver del trabajo en el subterráneo repleto de oficinistas yo no quería ser la del pelo lacio con reflejos o la del saco gris, y les aseguro que lo conseguí, pero con el tiempo tuve que reconocer que esa criatura ridícula en la que me había convertido, si bien no era ellos, tampoco era yo.
Entonces encaré la búsqueda desde otra perspectiva. Y eso me llevo a pasar por un número nada despreciable de experiencias, desde sesiones interminables de meditación de las que salía despidiendo olor a incienso barato, a inmersiones en tanques de flotación de las que salía con un ataque de claustrofobia.
Y si bien ahora estos recuerdos pueden resultar divertidos, en su momento la angustia era el sentimiento predominante y la sensación de no llegar a ningún lado me dejaba ante muy pocas opciones en la vida. O eso pensaba.
La vida de Torá resultó ser el camino para conectarme conmigo misma desde los lugares más inesperados. Es tan variada que nos hace pasar de una situación a otra con la misma rapidez que un rayo y con un mecanismo supremo, logra tocar cada cuerda del ser para componer nuestra música personal.
En Adar nos disfrazamos y nos emborrachamos, y apenas alcanzamos la sobriedad ya estamos dando vuelta la casa sacando las migas de pan de hasta el más recóndito de los rincones para, antes de darnos cuenta, encender fogatas astronómicas, y estudiar durante toda una noche atiborrándonos de lácteos, los cuales recién digerimos en los ayunos siguientes, con los cuales nos preparamos para atravesar el compilado de las altas fiestas (recuerdan, gallina sobre la cabeza y todo eso), luego del cual comenzamos una dieta que se interrumpirá apenas nos crucemos con una sufgania rellena de dulce de leche, mientras encendemos candelabros junto a la ventanas.
Ya saben lo que dicen por allí, cuidado con lo que buscas, pues puedes encontrarlo. Hoy ya no me preocupa diferenciarme del resto, mas bien todo lo contrario, invierto el doble de esfuerzo en parecer normal, o un poco por lo menos.
Este post me hace acordar mucho a un videoclip, no se si te acordás, de una nenita gordita y con anteojos disfrazada de abejita que cuando actua en el teatro del colegio le tiran tomates y se la pasa buscando su lugar hasta que se encuentra con otras abejitas como ella..., leabdil.
ResponderEliminarun beso y shabua tov!
Andi
Andi!!!!! ¿dónde andabas? te extrañabamos...
ResponderEliminarDiste en la tecla, ¡lo del video es exacto!(¿era "no rain"?)
mmm, ahora que lo pienso crecí con la idea que tenia que sobresalir, que allí donde llegara todos se voltearan (hombres y mujeres) y dijeran, mira quién llegó!!. Desde que hice teshuvá mi gran trabajo es el bitul; metizarme, pasar desapercibida, ahogar al ego, para que así H" pueda manifestarse en todas las cosas que vivo, para que El sea el que predomine y no yo....jijji, pero cuesta, cuesta arriba. Siempre hay una parte de mi que quiere ponerse ese hermoso pullover rojo......!!!
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