martes, 23 de septiembre de 2008

Perdón por este post

Se acerca el día del perdón. Enseñan nuestros Sabios que con respecto a las ofensas que hemos cometido contra el prójimo, Hashem no nos perdonará si antes no hemos sido perdonados por la persona a la que hemos lastimado. Así que nuestra tarea en Elul (si no lo hicimos en el momento adecuado) es elaborar un balance de nuestros actos y pedir perdón a quien corresponda.

Y punto.

Eso es lo que quería decir en este post, pero como la editora del blog me exige como mínimo treinta renglones, los iba  a rellenar con lo primero que se me ocurrió, que en este caso fue fanfarronear a lo porteño, subestimar la dificultad del tema, y proponer la estrategia de la agenda:

-Abramos la agenda como si fuese un oráculo, che, y detengámonos en cada nombre, y pensemos en algo por lo que le tengamos que pedir perdón a esa persona ¿dale?, y después levantemos el teléfono, y pidámosle perdón.

Y después para dejar del todo contenta a la editora, hubiese terminado el post transcribiendo el diálogo de mi primer pedido de perdón, pero tuve que suspender esa idea cuando busqué mi agenda y encaré el primer nombre.

Se me hizo un nudo en el estómago. Después un nudo en la garganta. Y cuando me invadió una sensación de asfixia comenzó el desfile de la colección primavera de excusas: “lo que hice, lo hice sin intención” (lo lamento, debemos pedir perdón aún por actos no intencionales) seguido por el modelo Omega 3  “¿cómo recordar todo lo que hice este año?”, y a continuación, por la pasarela, el impostor ambiguo: “nunca hice algo que haya lastimado a nadie” (risas y aplausos). Por suerte, al mover la cabeza se me desataron los nudos y los pretextos.

Fácil es decir perdón como una palabra suelta: perdónporlatardanza, perdónporlamolestia, pero cuando de verdad necesitamos ser perdonados, decir perdón es muy difícil. El verdadero arrepentimiento nos cuesta, nos moviliza. Y así debe ser. Porque la teshuvá nos arranca de las profundidades de nuestra superficialidad y eso sólo se puede lograr escalando nuestros miedos, superando la vergüenza y reconociendo que a parte de ser tan buenos y especiales, a veces nos equivocamos.

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