Ayer mientras escuchaba el shiur de Ruth Shira se me ocurrieron muchas ideas geniales para un post. Si tan solo hubiese llegado a casa y en vez de sentarme a comer el alfajor que me regalaron (no se ilusionen porque no pienso revelar mi fuente) me hubiese sentado a escribir las palabras que tenía en la cabeza, ahora estarían leyendo algo sumamente revelador y trascendente que los hubiese inspirado hasta para seguir con la dieta que empezaron el lunes.
Pero en cambio están leyendo esto. Igual quédense un rato, a ver si entre todos logramos sacar alguna idea. Total serán solo unos minutos que igual perderían en facebook o en twitter o en tumblr o en algún otro blog que muestra fotos de mascotas.
Les voy a resumir un poco la cuestión y, Ruth Shira, por favor corrígeme si me equivoco, porque aunque me viste mirar atentamente el gráfico de la pared, sabes que tengo un límite.
En la clase se hablaba de los tres tipos de relaciones en las que es propicio trabajar en el mes de Tishrei: con uno mismo, con el otro y con Hashem, relación cuyo momento culmine, por supuesto, es Iom Kipur, día en el que debemos entregarnos íntegramente a Hakadosh Baruj Hu.
Pero yo me quedé un paso más atrás en la clase, o más bien dos pasos, o si (no me dejan pasar una), tienen razón, me quedé absolutamente retrasada, pero debo decir que fue por culpa de una nube turbia de pensamientos que secuestraron lo que hay dentro de mi calavera y que se limitan a reproducir sin pausa una cantinela o una diatriba o como prefieran llamarlo, que como una niña recitando en el acto del colegio, enumera todo lo que he hecho mal durante el año.
Es que en estos días hay que hacer teshuvá ¿escucharon algo al respecto? ¿qué me dicen? ¿ustedes por dónde andan? Yo ando marcha atrás porque cuando ya estamos a punto de cruzar la meta, yo estoy volviendo al inicio donde todavía no han bajado la bandera. Es que empecé a revisar todo lo que Hashem va a tener que perdonarme, y eso me hizo recordar que en la relación con el prójimo Él no puede perdonarme nada que no haya sido perdonado por la persona afectada, pero de eso ya hablé el año pasado, y aunque el público se renueva, no vale la pena que repita lo que está escrito en el post de abajo. Así que avancé un poco en mi retroceso (qué linda paradoja) hasta el punto de darme cuenta que Hashem no va a poder perdonarme nada que yo no me haya perdonado a mi misma.
¿Van a estar de acuerdo si ahora digo que esto es muy difícil o van a venir a decirme que nada que ver y que es cosa mia? Porque yo creo que el daño que nos hacemos a nosotros mismos es de la peor calaña. No podemos con la idea de ser tan humanos, de fallar, de equivocarnos. No podemos perdonarnos no ser perfectos y no podemos superar las veces en la que salió al mundo nuestro señor Hyde. Y así seguimos ligados a esas trasgresiones, seguimos estancados. Yo creo que deberíamos trabajar primero en eso.
Y para todas las que estuvieron ayer en la clase, si fue Sartre el que dijo que el infieno son los otros, y porque el que calla otorga, como no lo dije ayer lo digo hoy: no estoy para nada de acuerdo. Todavía es peor que eso, el infierno puede estar mucho más cerca