miércoles, 28 de enero de 2009

Verdad o consecuencia

El otro día perdí toda la mañana en el banco porque como se les había caído el sistema no podían comprobar que mi dinero existía. Después de una hora observando a los empleados presionar teclas para intentar resucitarlo, me di por vencida y me dirigí al supermercado contando las moneditas del fondo del bolsillo para poder pagar mi chocolate preferido, pero cuando llegué a la caja, el scanner no reconoció el código del producto, por lo que, según la explicación de la cajera, ese chocolate que yo sostenía en mi mano, no existía.

Es difícil reconocer la verdad en un mundo que se empeña en esconderla pero equivocarse al interpretarla es muy peligroso porque si confundimos los parámetros que determinan nuestra existencia, nos aniquilamos a nosotros mismos. Ser o no ser, esas son las únicas opciones. No se puede “ser un poco”, o “existir más o menos”. Es a todo o nada.

Hashem nos envío al mundo a cumplir con una misión y todo lo que nos sucede tiene la única función de ayudarnos a alcanzar ese objetivo. Sin embargo tendemos a creer que la realidad que nos rodea no tiene que ver con nosotros, que es la antesala de lo que “un día nos va a pasar”. Vivimos como si estuviésemos detrás del foro esperando que nos den el pie para entrar en escena, pero la función empezó hace rato y el momento de actuar es aquí y ahora. Cada acontecimiento en nuestra vida es una posibilidad de interpretar nuestro papel en el mundo.

Y aunque la realidad estalla frente a nuestros ojos a cada instante, nosotros pasamos de largo sin registrarla. Al final los seres humanos funcionamos peor que el scanner y que el sistema del banco. 

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