El Maharal de Praga, ese gigante espiritual, explica en varios pasajes de su magnífica obra que el Mal Instinto - representante de las fuerzas espirituales negativas - ataca al hombre precisamente cuando éste supera la mediocridad y sobresale. Todo el tiempo que el individuo se mantiene dentro de los niveles más comunes, más mediocres, entonces el Mal Instinto simplemente no se preocupa de él y lo deja hacer y actuar libremente. El pastor continúa distraído todo el tiempo que las ovejas no se escapan del rebaño. Mas cuando la persona crece, se supera y comienza a trabajar en aras de minimizar la presencia del Mal en el mundo, entonces el Mal Instinto lo ataca con toda su fuerza.
Esta es la razón - explica el Maharal - por la cual Israel en su punto de máxima elevación espiritual se inclina a la construcción del becerro de oro.
La profunda explicación del sabio de Praga también nos sirve para entender por qué tantos hombres al llegar a cimas importantes en sus vidas, se corrompen y desvían.
El cuarto mes, tamuz, se presenta como un tiempo de riesgo espiritual y de caída. El pueblo de Israel ha alcanzado su cima espiritual, y Moisés, el gran líder, ha ascendido a los cielos y ha recibido la Torá directamente del Creador del Mundo. Sin embargo, es precisamente en este momento cuando el Mal ataca al pueblo, quien casi sin notarlo construye un becerro de oro y le otorga poderes idolátricos inexistentes. El tiempo de ascenso ha llegado a su fin, y el mes de tamuz y su energía ejercen ahora su influencia de descenso, de bajada, de confusión y de peligro.
Con el objeto de ser más conscientes de la complicación energética del mes de tamuz y, de este modo, minimizar su influencia dañina, intentaremos aclarar precisamente los aspectos relacionados con la inclinación a la idolatría. Una puerta muy estrecha, casi una rendija...
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