lunes, 2 de junio de 2008

Ensayo del equilibrista

El otro día mi hijo mayor me estaba contando que cuando los dos directores del colegio van a tomar prueba a su clase, se genera una situación graciosa, porque uno de ellos habla muy rápido y el otro muy lento, uno siempre está apurado y el otro parece tener todo el tiempo del mundo, uno salta inmediatamente de tema en tema y el otro escucha y comenta cada respuesta durante un largo rato. A esa altura mi hijo ya tenía la cuota de “charlas con mi madre” cubierta, pero igual no pude evitar prolongar mi inefable perorata “pero aprendamos algo de lo que nos pasa”; esta vez acerca de aprovechar la oportunidad para tratar con distintos tipos de personalidades. Cuando ya el parloteo me estaba dejando sin aire, mi hijo me acorraló preguntándome cuál de esas dos cualidades servía más para la vida.

El Rambam en Hiljot Deot nos enseña que uno debe transitar el camino intermedio. Se refiere a que una persona debe alejarse de los extremos de las conductas e intentar una posición equilibrada. No debe ser derrochadora, pero tampoco tacaña, no debe ser propensa al enojo pero tampoco debe ser inconmovible, no debe ser cobarde, ni tampoco temeraria. Nos sugiere que para corregir una cualidad que no esté balanceada, es conveniente un entrenamiento esforzado hacia el extremo opuesto, hasta que por propio peso, la cualidad se instituya en el punto equidistante.

Me deja asombrada la sutileza del arte de vivir. Ya he intentado muchos caminos para controlar las malas cualidades: los trucos del mago, las muecas del payaso y los artilugios del malabarista. Lo que nunca se me había ocurrido era la técnica del equilibrista: Para no precipitarse al precipicio de las malas inclinaciones hay que mantenerse en el camino intermedio. Pues que empiece la función, un aplauso por favor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

...y el palo (o paraguas) del equilibrista es el saber que siempre, siempre estamos en presencia de H".

Te extrañábamos..........