martes, 8 de abril de 2008

The pesaj project III (La caja de Pandora)

Hoy no voy a ilustrar el post con fotos de la zona de mi casa que está siendo pesajeada, tendrán que disculparme, pero mi caja de Pandora no debe ser fotografiada o sus poderes ocultos se esparcirán por todo el universo.

Ya han visto como limpié el ropero de la manera en que no hay que limpiarlo, como ordené los libros del mayor al menor y apilé la ropa por color, por lo tanto podrían pensar que la limpieza de esta caja también entra dentro de la categoría “lo que no es necesario hacer y mucho menos antes de pesaj”, pero créanme, la limpieza de esta caja es más importante que la limpieza del cajón de las galletas, de la heladera, y de la mesa en donde amasaría (noten el uso condicional del verbo).

Paso a explicarles: En mi casa hay una pequeña oficina en donde trabajamos con mi marido. En la oficina hay un placard y en el placard hay una gran caja con nombre mitológico. En esta caja guardamos los papeles importantes: pasaportes, libretas de salud, certificados de nacimiento (¿se imaginan no tener con qué demostrar que hemos nacido?), el papel de De Niro en taxi driver, bueno, ya entendieron, esos papeles que uno se llevaría en caso de incendio.

Pero a veces (y sólo digo a veces) sucede lo siguiente: mi marido está en la mitad de su sanguche de milanesa y “ding dong”, suena el timbre y llega sorpresivamente un cliente. Mi marido, mientras el susodicho se va acercando por el pasillo, toma el plato y zum, lo desliza en el lugar más accesible, que por casualidad siempre es nuestra caja de Pandora. O puede suceder lo siguiente: me estoy zampando un pedazo de torta y "pum" escucho a mi hijo mayor que volvió del colegio y, como no quiero que reciba el mal ejemplo de su madre que come entre comidas… zap, la torta vuela a nuestra caja de Pandora, que como a esta altura ya se imaginarán, no recibe su nombre por lo que sale de ella, sino por lo que entra.

Bueno, hoy fue el día de Pandora así que me senté a separar la boleta del agua de la galleta de agua, que así dicho parece bastante difícil, pero en realidad no lo es, aunque ahora que me acuerdo, el año pasado, cuando rompí la comunicación en donde me informaban que mi hijo era el responsable de llevar a la fiestita de Rosh Hashaná treinta obleas rellenas, no me percaté de que venía adosado por alguna clase de magnetismo, otro papel mucho más importante: nuestra ketubá, que también se rompió (no se preocupen, ya nos hemos vuelto a casar… ¡Ahora tengo dos aniversarios por año!).

Bueno, me llevó tres horas, pero la limpieza de la caja ya está terminada. Así que sigo avanzando hacia pesaj con espíritu festivo. Inmersa en las profundidades de los cajones, pienso tanto en el jametz que tuve la tentación de escribir una poesía para el objeto de mis pensamientos. Por suerte no caí en la tentación, sino, miren lo que hubiese podido salir:

Poema para el jametz

Amiga miga
en tu hogar de hogaza
ya no moras
sino que habitas en las habita
ciones de la casa

Regada por la entrada
o escondida en la guarida
tú, masa fermentada
serás eliminada

tu gran plan, pan
será desbaratado
y tú, torta absorta
Tendrás vida corta

Porque debemos los hebreos
renunciar a los fideos
sacar la masa de la casa
y quemar todo en la brasa

2 comentarios:

Anónimo dijo...

:D

Anónimo dijo...

Judi, yo creo que de ahora en mas te tenes que dedicar a la poesia!